«Quiero ser profesora de conservatorio y concertista»

Ana F. Cuba CEDEIRA

CEDEIRA

JOSÉ PARDO

Con solo 13 años, esta músico cedeiresa atesora premios y ya ha tocado en la Catedral de Santiago y en el Teatro Principal

29 feb 2024 . Actualizado a las 11:54 h.

A Beatriz Leonardo Labraña, con 13 años recién cumplidos, la pasión por la música se la ha transmitido su padre, José Antonio Leonardo, Cuxa, que aprendió de oído y ha querido que su hija se forme desde muy pequeña en esta disciplina. «Me apuntó a acordeón con seis años. Al principio no me gustaba nada, quería ir a jugar... Después ya sí», asegura. Y ahora le apasiona, la música y, sobre todo, el acordeón, su instrumento principal. Desde los seis años estudia con el profesor Javier Díaz Carrasco, en Cedeira, y a los ocho se matriculó en piano en el conservatorio de Ferrol.

«Iba corriendo de un sitio a otro, porque también tenía actividades extraescolares, pero después me fui borrando de todo para dedicarme a la música», relata esta alumna de segundo de ESO del IES Punta Candieira, que confiesa su preferencia por las matemáticas y su escaso interés por la educación física. En 2011, con solo ocho años, consiguió la medalla de oro en el festival de acordeón de Mondragón (Guipúzcoa), en la categoría B (hasta 12 años). «Ese año fue el primero que participé, lo pasé muy mal, justo antes de empezar me agobiaba porque no me acordaba de nada, intentaba tocar y no podía», evoca. Su actuación cautivó al jurado y desde entonces no ha parado de atesorar premios, en el certamen nacional de Mondragón y en los concursos internacionales de Alcobaça (Portugal) y Castelfidardo (Italia). Como pianista, lleva dos años triunfando en el concurso de la Sociedad Artística Ferrolana.

Dos certámenes cada año

Beatriz acude a dos certámenes anuales, con otros niños de la Asociación de Acordeóns de Cedeira, que preside su padre. «Es muy divertido, aunque pases muchos nervios; conoces a personas de todo el mundo, gente de muy buen nivel», afirma. Concursar supone un reto: «Te sueles superar, o por lo menos lo intentas». Talento y trabajo explican los resultados. «Hay días que llego del cole, hago los deberes, como y me marcho al conservatorio, varias clases seguidas, vuelvo y a dormir. Cuando no voy a Ferrol, estudio aquí acordeón [dos días por semana y el sábado o el domingo]». Admite que «todos los instrumentos son exigentes, pero el acordeón es polifónico y tienes que hacer el trabajo de la mano derecha y de la izquierda». «É como unha orquestra, podes dar ata dez notas ao mesmo tempo», apunta su padre. «Como si fuesen dos clarinetes, como el piano», resume ella. Cuando era más pequeña, el acordeón le tapaba la cara. «Pesa nueve kilos y medio y estoy pendiente de que me entreguen otro, de doce kilos y medio. La dificultad depende del tipo de música, la contemporánea y la barroca son las más difíciles, y la tradicional, la más fácil. Cuando toco es como si fuésemos uno, el acordeón y yo; actuar es lo mejor, cuando más disfrutas», agrega.

El apoyo de sus padres

El francés Franck Angelis es su compositor actual favorito, con quien pudo asistir a una clase magistral en Portugal. «Bach es el mejor, el más difícil», señala. Hace años, Beatriz quería ser veterinaria, pero ahora tiene clara su vocación y sus planes de futuro. «De mayor quiero estudiar acordeón en el Conservatorio Superior en San Sebastián, y que vengan mis padres [la acompañan siempre, con los roles repartidos: a él le corresponde ‘meter caña’ y a ella ‘serenar y tranquilizar’ a su hija]. Quiero ser profesora de conservatorio para tener tiempo para poder ser concertista, porque de concertista no puedes vivir».

Esta niña alegre y sonriente, que ha aprendido de su progenitor canciones populares que interpreta al acordeón en distintos eventos, ya ha tocado en el auditorio de Ferrol, la Catedral de Santiago -«impone»- o el Teatro Principal. Cuando va a un concurso, en la maleta guarda la pulsera de la suerte que le regaló Verónica. Esta cedeiresa acompaña a los acordeonistas en sus viajes. «Es la que me peina; cuando toco en Cedeira me peina mi tía Ana (...). Y mi madre me viste siempre».

Tantas horas de estudio le dejan poco tiempo para compartir con sus amigas -«aprovecho los recreos y las tardes en verano, para ir a la playa»-, pero no perdona la Patrona -«me encanta, los cochitos, las orquestas, bailo un montón...»-. Cedeira le apasiona -«es muy bonito, hay mucho ambiente»- y no solo toca, también cocina e incluso se atreve con el shakshuka, un plato de origen magrebí que pierde a su padre, fan número uno de esta virtuosa del acordeón. «En los concursos lleva la cámara de vídeo para grabarme y cuando empiezo ya no graba, sale el suelo», ríe.