«Toda a vida de traballo para 600 euros de pensión»

Ana F. Cuba CARIÑO

CARIÑO

JOSÉ PARDO

29 may 2015 . Actualizado a las 17:58 h.

En Cariño todo el mundo conoce algo de la historia de Luis Pérez Yáñez, Luis do Pinguita. Cuando, en 1945, con 13 años, empezó a ir al mar con su abuelo, en el Zoraido, en el puerto ortegano había 31 tarrafas, nueve tarrafillas, 22 lanchas ao xeito y 22 fábricas de conservas. «Miña nai tivo 14 fillos e cando quedou viúva, con 39 anos, quedamos dez irmáns orfos», rememora. De niños trabajaban «no mar e no monte, cun arenque e un cacho de pan, parando a beber no regacho», y por la noche acudían «á pasantía». No tardó en aprender, hasta la regla de tres, «simple e composta» y, a partir de ahí, la vida fue su escuela. Este cariñés, que pisó los cinco continentes, repasa sus más de 40 años de mar. «O 17 de xaneiro do 53 saín de Cariño para navegar en Canarias no Escolano, un barco de pasaxe», evoca, en un relato tan preciso que sorprende. Al año siguiente embarcó en el Virgen de la Paloma, en Cádiz y el 23 de enero del 55 se casó en Cariño con su novia, Guadalupe Novo Docal.

Después se marchó al País Vasco «a traballar na pesca» y el 17 de enero del 59 se enroló en el bacaladero «Riazor e Bastiagueiro, unha parella de A Coruña»; luego pasó al Santa Amalia, hasta la campaña del 63. «Os anos que andiven ao bacalao (de primer redero, cobrando 1.500 pesetas al mes, cuando el alquiler de la vivienda en Cariño era de 100) cada ano tiven un fillo (viven cinco de los seis, tiene seis nietos y tres biznietos), xa lles chamaban os bacaladeiros», recuerda. En aguas canadienses, Luis sufrió una perforación intestinal. «Fun operado por un médico chino en Port aux Basques», al sur de la isla de Newfoundland, «e botei 20 días alí», sin que su familia tuviera noticia alguna. Y sin poder beber agua hasta que supo decir water. «A necesidade obriga a aprender». Regresó a casa y le compró a Calixto Villa en Santander una lancha de bajura, Santa Teodora, que vendió en el 72 para embarcar en Bilbao en un mercante de carga de la compañía Consulmar.

Tres años después, en Rotterdam, «por mediación dun cura, o padre Adriano», cambió a un barco holandés y al poco volvió a Cariño y adquirió un pesquero, Mary Luz. Siguió en varios pincheiros, en A Coruña, y se jubiló el 18 de diciembre del 87, en el Pena de Burela. «Ía cumprir 60 anos, tiña o número 176 de afiliación na Casa do Mar da Coruña». Ya retirado ejerció de redero y hasta hace tres años «ía ao calamar».

Después de casi medio siglo de «moito traballo, ¡a paga de xubilación é de 600 euros!», revela. Y empieza a enumerar países en los que ha recalado: Las Guayanas, Brasil, todo Sudamérica, Japón, Australia, Dakar, Estados Unidos... Ahí se detiene para narrar su aventura americana. En el 68 salió de vacaciones y en vez de viajar a Cariño, como planeaba, acabó en Nueva Yersey, de la mano de un primo hermano, y desde septiembre de ese año al 70, este patrón y motorista se empleó en una factoría, donde vio, por primera vez, el trabajo en cadena; y en las pocas horas libres, en una panadería. Míster Pérez, como le llamaba su jefe, alemán, aprendió inglés en las dos horas diarias de clase en la fábrica, a la que iba en el autobús 228. Pero se encontraba en situación irregular y el 24 de mayo del 70 tuvo que partir, «con 6.000 dólares no bolso». «Alí gañei para a casa que teño, pódolle poñer a bandeira americana».