En el establecimiento de Seixas, el estanco del municipio, se puede comprar desde una hoz a un sombrero, fruta, cosméticos o un par de zapatos
30 nov 2015 . Actualizado a las 21:07 h.Hace más de 70 años, Jesús Caaveiro y Dorinda Martínez abrieron una tienda en el lugar de As Latas, en la parroquia de Seixas. «Despois colleuna outro señor, Manolo, e hai 57 anos que o teñen meus pais», cuenta María José Jarel Alvariño, Marisé, hija de Julio, fallecido hace tres años, y Julia, una mujer menuda y locuaz, con apariencia de incansable pese a la edad, que oculta con coquetería. «Era unha casa vella, fixémolo todo nós, o mostrador, o almacén, as estanterías; daquela tiñan catro botellas e pouco máis», recuerda Julia, originaria de Santa Cruz de Moeche. Al casarse, ella y su marido pretendían emigrar a Venezuela, como había hecho antes su hermana Eufemia, «pero daquela cortárano algo e non se puido».
Casa Xarel, la única tienda-bar que sobrevive en el municipio -antes había negocios similares en todas las parroquias y hace poco cerró el que quedaba en el pueblo de As Somozas, donde sí hay un supermercado-, apenas ha cambiado en más de medio siglo. «Ao principio, o cura, que morreu, ensinoume a pesar, e tamén se quedaba aquí a mestra, ferrolana. Vendiamos de todo, bebidas, azúcar, aceite (a granel, con medidores que aún conservan)... Daquela vivía moita xente aquí», evoca Julia. El local funcionó incluso como casa de comidas, con un pequeño reservado. «Organizamos vodas e todo, no piso de arriba, cociñaba eu, cunha irmá e unha cociñeira... Temos traballado moito, o meu home tamén ía ao monte. Despois comprou un camión Barreiros e empezou a repartir polas casas», relata.
Más tarde sustituyó aquel vehículo por uno de la marca Ebro (todavía conservan la caja) y luego compró un furgón isotérmico, que acabaron vendiendo. Marisé, que lleva ya varios años al frente del negocio, le acompañaba en las vacaciones escolares de casa en casa, por As Somozas, Labacengos, Santa Cruz, Casares, Insua... Y también con el toldo, de fiesta en fiesta, por Neda, Ferrol o San Pedro de Leixa, «cando a orquestra Los Capris estaban no apoxeo». Ahora ella también tiene una furgoneta, que utiliza tres días a la semana para atender a los clientes de las parroquias más cercanas. Compagina esta labor con el cuidado de una pequeña explotación de ganado vacuno de carne. «Porque a tenda non dá, aquí non queda xente, o que máis se vende é tabaco (es el único estanco de As Somozas), aos empregados das empresas (que operan en el polígono industrial), a xente xa non pode beber...», explica. «As boas épocas foron cando a xente emigrou a Suiza, Francia ou Inglaterra, porque mandaban cartos aos pais e así a familia podía gastar, entón compraron pisos e fixeron casas... Todo iso foi do ano 65 ou o 70 para diante», rememora Julia. «Aquí viña xente porque tiñamos de todo, abonos, cebada, maínzo, xénero, fíos e cremalleiras... Co euro empezou a baixar e agora a xente morreu ou vaise para o pobo ou as cidades, cada vez hai máis aldeas abandonadas, aquí coma en todas partes», apuntan. El coñac, que antes algún cliente compraba en cajas de 12 botellas, apenas tiene salida.
Del techo cuelgan hoces, que algún vecino demanda para desbrozar, azadas y azadones. En los anaqueles, junto a las botellas de vino y licores, surgen los sombreros, de paja y de fieltro; y en el mostrador, al pie de las viejas básculas, hay tocino y chorizos envasados. Ofrecen fruta, conservas, legumbres, una enorme cesta de productos navideños, artículos de cosmética y droguería, zapatos y zapatillas, botes de pintura, rollos de cuerda, paraguas o papel higiénico. «Tivemos dos primeiros televisores da zona, deixaban a sega para vir ver as corridas de touros», recuerda Julia, orgullosa de ayudar a comisiones de fiestas o colectivos en la venta de participaciones de lotería. Como recalca su hija, «ten moita facilidade de palabra, venlle de familia». Y, sin duda, le ha beneficiado en el negocio.