Un recorrido histórico por el vestuario de la marinería

museo naval

FERROL

Los tripulantes no recibían ni un real para su vestuario y todas las prendas corrían a su costa

26 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Sabías que a principios del siglo XIX todavía existía el viejo resabio de considerar el trabajo en la mar como algo deshonroso? El origen social de la marinería era muy bajo y sus condiciones de vida a bordo durísimas. Tanto era así que ni siquiera dispusieron de uniformidad hasta bien entrado el siglo XIX.

Hay que reconocer que la mayor parte de aquellos rudos hombres que servían en los barcos de guerra lo fueron a la fuerza pues solo una mínima parte era voluntario y aún en ese caso se enrolaban buscando un medio de vida que los librara de la miseria y, muy pocos, lo hacían persiguiendo un sueño de aventuras. Mejor trato y consideración tenía la tropa (infantes de marina) que embarcaba, pues se encargaba de mantener la disciplina a bordo y se alojaba separada de la marinería.

La gente de mar vestía simplemente camisas y calzones amplios para estar más cómodos en sus faenas y maniobras. No recibían ni un real para vestuario y todo corría a su propia costa, incluso las prendas de abrigo que eran ineludibles para poder resguardarse del frío. Solían éstas consistir en capas o capotes de mar y, por tradición, solo conservaron como elemento característico de su oficio un gorro de lana llamado «bonete» de color rojo. El equipo de vestuario de la marinería se reducía a un par de calzones largos (hasta las pantorrillas), dos camisas y algún capote o capa, que debían guardar dentro de la manta del coy o hamaca que usaban, y que enrollado durante el día formaba el «salchichón», que a su vez se colocaba en las bordas de la cubierta principal (dentro de las batayolas) y que les servía también de parapeto en caso de combate.

Bajas por enfermedad

En épocas de crisis la ausencia de recursos económicos obligaba a la marinería incluso a permanecer sin camisa, lo que ocasionaba muchas bajas por enfermedad. Otra circunstancia agravante era que estaba ordenado que toda la dotación del barco, desde el comandante hasta el último marinero, debían dormir completamente vestidos, lo que indudablemente originaba el desgaste de la ropa, que llevaba a muchos a dormir sin camisa, provocando terribles efectos en su ya de por sí precaria salud.

A todo lo anterior hay que añadir las terribles condiciones de todo tipo (falta de higiene, mala alimentación, etc) en que desarrollaban su vida y su trabajo embarcados, por lo que no cabe sino expresar nuestro reconocimiento y gratitud hacia tantas personas que, con verdadero sacrificio digno de admiración, sirvieron a sus países respectivos durante aquellos largos siglos de navegación a vela.

Con el paso del tiempo, afortunadamente, los adelantos técnicos fueron mejorando -en todos los órdenes- las condiciones de vida a bordo y, en lo que se refiere al vestuario, a lo largo del siglo XIX la uniformidad se fue reglamentando en todas las marinas y a todas las categorías de personal. Como curiosidad llamativa, entre otras, podemos mencionar la profusión que en el uso de condecoraciones existía en la Marina de la extinta Unión Soviética.

¿Te interesa este tema? Si es así no dudes en visitar el Museo Naval (abierto de martes a viernes, de 9.30 a 13.30 horas; sábados, domingos y festivos, de 10.30 a 13.30). Más información en la web del museo y solicitud de visitas guiadas en la dirección de correo: museonavalferrol@fn.mde.es