Oscuro cuarto

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

02 dic 2016 . Actualizado a las 23:41 h.

Lo decía, ayer mismo, la poeta Juana Corsina: «Tendría que hablarse más del dolor que te causa no ser capaz de reconocerte en tu propia voz». A Juana, poeta situada siempre al lado de todas las causas justas, le ocurre, precisamente, eso: que tras un duro golpe de la vida, uno de esos golpes en los que la salud se resquebraja de una forma trágica, su voz es otra. Una voz nueva, que en nada se parece a su voz anterior. Yo -y, como yo, supongo que también tantos y tantos otros amigos- le digo siempre a Juana que su voz sigue siendo muy hermosa ahora. Una voz nacida no solo para la poesía, sino también para la solidaridad. Esa solidaridad que, como muy bien dice el Padre Ángel, no es dar lo que a uno le sobra, sino compartir lo que uno tiene. Pero a Juana, que ha sido siempre tan generosa con todo y con todos, escucharse en una voz tan cambiada la ha llevado a renunciar a recitar versos. Incluso, como ella misma confiesa, hasta le ha hecho dejar de escribir. Y eso a mí me parece muy injusto. En primer lugar, para ella misma. Pero, en segunda instancia, también para nosotros, sus lectores, que echamos de menos su poesía. Esa poesía que habla del oscuro cuarto -y discúlpenme el juego de palabras, que por cierto nace de uno de sus versos- en el que habita el silencio. Necesitamos la poesía. Esa que, como dice la gran Luz Pozo Garza, nos permite acercarnos un poco al inmenso misterio que nos rodea. Y la necesitamos, ahora, más que nunca. Sobre todo estos días, cuando el mundo de la cultura ha perdido a Celestino Poza, pintor y hombre también de una generosidad inmensa, siempre lleno de luz y de afecto. Sin él, Galicia se ha hecho más pequeña.