Neurona

Miguel Salas CUENTOS BÍFIDOS

FERROL

04 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

ucio no podía soportar a sus vecinos, y encontrárselos le hacía hervir la sangre.

No aguantaba sus gritos, los constantes ladridos de su perro minúsculo, su falta de higiene, sus conversaciones sobre dinero en el ascensor. Durante un tiempo sus pasatiempos favoritos -el violín, la lectura, las miniaturas militares- lo habían calmado, pero ya no conseguía sacárselos de la cabeza.

Después de prepararse la cena se sentó frente a la tele para ver Neurona, un programa de divulgación científica que se había convertido en su favorito. Tratarían dos temas de aquella noche: la teoría de Ponkov -que afirma que la realidad no es más que una proyección holográfica del cerebro; la conocía bien- y una investigación de la Universidad de Seúl que había conseguido, mediante acupuntura, la anulación de algunas percepciones sensoriales.

Luis siguió el programa sin masticar apenas. Si la realidad era un holograma modificable mediante acupuntura, quizás lo de sus vecinos tuviera remedio. Se levantó y cogió un puñado de agujas desechadas -era diabético-.

Tardó tres días en salir de casa. Masacrado a punciones y cubierto de pequeñas costras, con diez o doce agujas aún clavadas en diferentes partes del cuerpo, sus vecinos le vieron pasar sonriendo. Por primera vez desde que lo conocían no les había mirado con cara de asco. Ya no era capaz de oírles, de olerles o de verles. Era la prueba viviente de que Neurona era un programa fiable y riguroso.

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