«Si no llego a denunciar no estoy viva»

La Voz

FERROL CIUDAD

26 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

No dice su nombre por miedo. El mismo que le llevó hasta la Casa de Acogida tras ser maltratada por segunda vez. Y es que a sus 34 años y con cinco hijos a sus espaldas, han sido dos los hombres que le han puesto la mano encima. Vino a la casa de Ferrol trasladada de la de otra ciudad. Ansía rehacer su vida fuera, pero lo cierto es que no lo ve nada fácil. «Asusta, porque aquí estás resguardada», confiesa. Sin embargo, tras la asistencia de sus cuidadoras, trabajadoras sociales y psicólogos, ve las cosas mucho más claras.

«Lo mejor que hice fue denunciar y dejar atrás el infierno que vivía. Si no llego a denunciar no estoy viva», sostiene con dureza asegurando que recibió «agresiones muy fuertes». Si la primera vez le cogió joven, con tan solo 23 años, en esta ocasión dice que interpuso la denuncia nada más recibir el primer maltrato. «Ellos siempre van a querer saber donde tú estás, o intentar contactar contigo en el punto de encuentro cuando van a ver a los niños», explica. Sin embargo, se siente más segura con la certeza de que un policía la custodia. «Tenemos a uno que nos protege, nos responde a cualquier duda, nos acompaña al juzgado y nos llama. También podemos ir a comisaría y nos explican todo», asegura.

Después de cuatro meses en la casa, mantiene que empieza a buscarse a sí misma porque «lo primero es que tu cabeza se aclare». No obstante, tampoco renuncia a encontrar el amor. «No es que esté cerrada, en un futuro quizás aparezca el príncipe azul, somos jóvenes. Pero lo que voy a hacer ahora es buscar la estabilidad y un trabajo. Sales perdida y con lo puesto, con una vida que se te ha roto», sentencia. Algo parecido describe una de sus compañeras, que también viene trasladada de otra Casa de Acogida. «Cuando llegas estás muy atormentada», cuenta esta mujer que añade que si bien al principio no estaba muy a gusto, «luego encuentras la paz que te hace falta para empezar de cero». Según llegó al centro hace cinco meses, recibió toda la asistencia psicológica que había ido a buscar. «A mí me proporcionó mucha ayuda el grupo técnico de psicólogos y trabajadores sociales que te escuchan y te apoyan para encarrilar tu vida», apunta.

A su llegada a la casa también le informaron de las normas, que si bien le limitan en cuestiones como el horario de regreso o las tareas domésticas, no le impiden salir a dar una vuelta y hacer vida normal acompañada de otra gente. «Esto son cosas que pasan, porque por desgracia hay gente mala. Yo no estaba informada de que existían las casas de acogida. Pero una vez aquí dentro, me siento bien», asegura.