Fui hace dos veranos. Me subí a una pequeña lancha en la que hicimos el trayecto desde tierra hasta la fortaleza, el bonito castillo de Sancti Petri, que pertenece al municipio gaditano de San Fernando. Tras una visita guiada, contemplamos una puesta de sol con el cielo rosado que ofrecen los atardeceres del agosto andaluz y nos despedimos de la fortificación después de haber sido obsequiados con una copa de cava. Allí, en el medio del mar, frente a la conocida como punta del Boquerón, la fortificación es escenario de actuaciones musicales y teatrales, que atraen cada verano a centenares de personas, turistas y también lugareños que no dejan pasar la oportunidad de disfrutar de propuestas culturales en un contenedor de primer nivel.
Ferrol, que comparte con San Fernando ser ciudad militar y naval, cuenta también con un castillo, el de San Felipe, que franquea la entrada de la ría, en un enclave que nada tiene que envidiar a la desembocadura del caño de Sancti Petri. Es una de las piezas clave en las propuestas turísticas del Concello ferrolano, y en el que en determinadas fechas es incluso escenario de visitas teatralizadas. El acceso a través de lancha por la ría es un servicio que también complementa la oferta turística a una fortaleza que es uno de los pilares que sustentan la candidatura para que Ferrol sea declarada Patrimonio de la Humanidad.
Pero el castillo dista mucho de lucir como debería y también de ser aprovechado al máximo. Nadie duda de que es uno de los atractivos con mayúsculas de la ciudad. No hay excusas para no mejorarlo.