Cuestión de fe

José Varela

FERROL

27 jul 2014 . Actualizado a las 06:00 h.

Ferrol es una ciudad prodigiosa en más de un sentido. Precursora y cuna del realismo mágico, aquí conviven pacíficamente y sin aparentes signos de contradicción alguna las meigas y los fractales, la física cuántica y las ensoñaciones, las ficciones y el materialismo, los trasnos y el racionalismo. Quienes citan el Toledo de la concordia como paradigma para subrayar la pacífica convivencia de dogmas contrapuestos no saben de lo que hablan: que vengan a Ferrol y se enterarán de lo que vale un peine. En esta urbe más naval que marítima es perfectamente posible que su población activa padezca un treinta por ciento de desempleo, que un considerable porcentaje de los parados de larga duración no perciban subsidio alguno y sean padres de familia y simultáneamente de este hecho no se derive malnutrición de sus hijos menores, siquiera a algunos de ellos. Si la responsable municipal del ramo lo dice habrá que darlo por cierto. La concejala, eso sí, se abona a una de las dos opciones que la idiosincrasia ferrolana proporciona para interpretar los hechos, la que podríamos definir como aguda percepción quimérica de la realidad o, sencillamente, la reconfortante fe del carbonero. Porque, con precisión, lo que la edila manifiesta es que cree que no hay niños que pasen hambre en Ferrol. En virtud de este proceso mental el responsable de urbanismo, tomemos por caso, podría creer que Ferrol Vello está espléndido, incluso el alcalde podría creer que el mercado de Caranza está de maravilla, etcétera. Del mismo modo, tal vez algunos ciudadanos no crean que esta dama esté capacitada para el puesto que desempeña. En el fondo, todo es una cuestión de fe.