Ahora, en pleno verano, se sacan los bañadores y lo de broncearse y luego ya se verá. Es una filosofía recurrente, año tras año. Inmutable.
Ferrol sigue caminando por amargos filos. Los arañazos del paro, del deterioro económico y demográfico, de las emergencias sociales no se toman vacaciones. Para nada. Siguen lacerando, día tras día, a las personas que sufren sus consecuencias. Pero los paréntesis son los paréntesis. Y luego ya se verá.
¿Qué ha cambiado entre el anterior estío y este? Entre poca cosa y casi nada. El desempleo es una lacra. La situación de Navantia no se aclara ni se desenreda, por mucho anuncio que se haya puesto sobre la mesa. La diversificación industrial sigue siendo la misma utopía de hace años. No se ha abordado y, al ritmo que vamos, a saber si se abordará algún día. Ferrol Vello se cae a trozos. La plaza de España continúa autotragándose en obras. Grandes o pequeñas. Pero obras. Siempre obras. El Sánchez Aguilera ofrece el desangelado aspecto de siempre. Lo que iba a ser un gran eje poblacional y social, una zona de articulación urbanística, corre raudo para alcanzar el estatus de ruina y homologarse así, a otras de la urbe. Para no ser menos. Vamos. ¿Seguimos? No. Que no hay espacio aquí.
Pero, lo dicho. Mejor dejarlo todo para septiembre. Otro año más. Ya luego, los que tienen la sarten por el mango, se irán desperezando y, entre una cosa y otra, nos plantamos en las fechas navideñas. En los Reyes Magos. Y en el 2015. ¿Entonces? Ya se verá. Que no hay prisa. Parece.