«Nos gusta multiplicar, sumar con llevadas, leer... y también dividir»

ana f. cuba ORTIGUEIRA / LA VOZ

FERROL

JOSÉ PARDO

Hablan los 9 alumnos de la escuela unitaria de Loiba, la única de Ortegal

22 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

A Elías y a Bea les gusta multiplicar; a Leonor, la lectura; a Brandán, sumar con llevadas -«e facerse o vago», apunta el profesor-; y a Brais, dividir, aunque esta operación no figure en el programa de la escuela unitaria de Loiba, la única que sobrevive en la comarca ortegana. El cervense Rafael Blas Fontán lleva más de 17 años impartiendo clase en este centro. En el curso que acabó el viernes, junto a Elías, Bea, Leonor, Brandán y Brais se sentaban Antía, Tristán, Claudia e Iván (los benjamines). Nueve alumnos [siete de Loiba y dos de Espasante] de entre tres y siete años, desde educación infantil hasta segundo de primaria.

«Aquí tes nenos de varias idades e pásache o tempo voando, é moi entretido, entre que lle pos tarefas a uns e aos outros... a atención é moi individualizada e non estás tan atado a un horario. Se están traballando ben coas matemáticas segues, e uns días saímos ao recreo ás 11.30 e outros ás 12.30», explica el maestro. Tampoco se cumple a rajatabla la hora de salida (14.30), «e hai veces que veñen os pais ás tres preguntando se poden levar ao cativo».

Rafael confiesa que al principio no le convencía la escuela unitaria. «E un mestre díxome ?vas estar moi contento?; é a realidade, estou contentísimo, deberíase seguir con este sistema. De feito, moitos centros están xuntando a alumnos de terceiro e cuarto». ¿Ventajas? «Os pequenos aprenden dos grandes, de ver como o fan; son clases particulares e cando chegan ao colexio dinnos que van mellor preparados». Este año, los escolares de Loiba han aprendido a «multiplicar, restar y sumar con llevadas, leer en inglés, posterior y anterior, mp y mb [un buen método para que algunos no se despisten con la ortografía]...», explican.

«Son moi obedientes, compórtanse de marabilla, mellor aínda cando imos de excursión», elogia el profesor. De este curso recuerdan el viaje a Celeiro: «Vimos un helicóptero que salva a muchas personas y pescado en la lonja», relatan, tras la última clase de inglés [tres horas cada jueves, todos juntos con la profesora; la de religión acude los viernes y los divide por edades].

Varios niños juegan al fútbol en el patio [Elías muestra, cabizbajo, la bandera de España, pintada en un brazo] y sus compañeros se entretienen en los pupitres. El edificio albergaba las viejas aulas de niños y niñas y las viviendas de los maestros. «En tecnoloxía estamos ben, temos pizarra dixital, catro portátiles para os nenos e un para min... estamos sen fotocopiadora, estropeouse e mandáronnos (la Consellería) unha impresora. O Concello tiña que mirar un pouco máis polas instalacións, sobre todo no exterior, quedaron en poñernos uns columpios, un medio parque, e en substituír as persianas e os estores, pero aínda estamos esperando», reivindica, mientras ata los cordones de la zapatilla de uno de sus alumnos, algo perezoso.

¿La relación con los padres? «Fabulosa, calquera cousa que pides ao momento cha dan». Y ellos están «encantados» con Rafael. A todos les entrega, a fin de curso, un cedé con fotos de las actividades realizadas. «Mentres haxa alumnos seguirei aquí e se non xubilareime...». Por cierto, todos aprueban, y con nota.