Indulto para «Antón», el cerdo de Espasante, por segundo año

ana f. cuba ESPASANTE / LA VOZ

FERROL

I. FERNÁNDEZ

Una de las integrantes de la comisión de fiestas promueve la medida de gracia y busca cobijo para el simpático gorrino

20 mar 2014 . Actualizado a las 12:43 h.

El poseedor de la rifa premiada, coincidiendo con el sorteo del Niño, no apareció. Transcurrido un mes, la comisión de fiestas del Porto de Espasante puso a la venta el gorrino. Aparecieron dos compradores, pero Carla Vilela Doce, una de las cuatro mujeres que forman la organización este año, pagó los 230 euros y se quedó con Antón. «Lo crié, le tengo un cariño enorme desde pequeño; ya pasé nervios antes del sorteo y cuando vi que se lo iban a llevar para sacrificarlo, decidí comprarlo», relata.

Es el segundo cerdo de Espasante indultado. El año pasado, la comisión adoptó esta medida de gracia, por primera vez en la historia del gorrino Antón. Agustín Maciñeira, Nelo, visita al animal, en la granja-escuela Belelle, en Neda, regularmente. Carla actuó por libre. Sus compañeras eran partidarias de mantener la tradición. Muchos vecinos defienden esta postura: «Se sempre se matou, que xeito ten que agora lles dea por indultalo», se pregunta un paisano.

Pero Carla, enfermera y técnico veterinario, de 27 años, busca un futuro distinto para Antón. «Lo quiero como si fuera un perro... si tratas a un animal como igual te sorprendes de lo que agradecidos que son, perro, cerdo, etcétera. Antón es muy simpático, hay que verlo correr con un gato a cuestas». Ella no tiene dónde cuidar al puerco y baraja dos posibilidades, enviarlo al santuario animal Vacaloura, en Santiago, donde viviría en absoluta libertad junto a otras especies. O dejar que se haga cargo de él la granja-escuela Belelle, donde compartiría espacio con su predecesor. «En el santuario me dijeron que respetan todos los derechos de los animales y les proporcionan una vida digna hasta que la naturaleza se lo lleve. Y en Neda estarían encantados de tener otro Antón», explica. No tardará en decantarse por una de las dos opciones. Contra la primera pesa la distancia y el temor a un viaje largo por carretera, pero de momento no descarta nada.

Tras casi diez meses de contacto diario con Antón -al que asea, unta de protector solar para evitar quemaduras, alimenta y mima-, Carla, que se reconoce activista en defensa de los derechos de los animales, no entiende que alguien pueda «matar un animal para sacar un beneficio económico». Y cree que la tradición no puede justificarlo todo. Sea en Santiago o en Neda, no dejará de visitar a su cerdo.