Boda budista de una polaca y un holandés en el Semáforo de Bares

ana f. cuba ESTACA DE BARES / LA VOZ

FERROL

PEPA LOSADA

En la ceremonia, presidida por estatuas de Buda, sonaron las gaitas

01 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Gosia, la joven novia polaca, permaneció en la suite del hotel de naturaleza Semáforo de Bares hasta que comenzó la ceremonia. Mientras, el novio, Nicolás, de padre holandés y madre gallega (hija de una vecina de Ourol y un leonés), nacido en Amsterdam y bautizado en Ourol, recibía a familiares y amigos, y supervisaba cada detalle en el jardín que rodea esta antigua construcción de control del tráfico marítimo. Dos estatuas de Buda flanqueaban el acceso y una tercera ocupaba una especie de altar situado bajo un arco decorado con flores.

De fondo, dos gaiteiros, que no dejaron de tocar e interpretaron el himno del Antiguo Reino de Galicia para dar la bienvenida a los novios. Gosia, acompañada de su suegra y precedida por cuatro niñas con cestos cargados de pétalos, se demoró un par de minutos. Los convidados, tras los aperitivos -bollos preñados de la panadería de la Vila de Bares, empanada de bonito o embutidos-, ocuparon las sillas dispuestas en el jardín, forradas de blanco. La novia, espléndida, fue aclamada con gritos de «guapa, guapa...», besó a su pareja y saludó a su amigo Pedro Gómez Iglesias, salmantino, maestro budista de la escuela Karma Kagyu, una de las cuatro más importantes del budismo tibetano. Antes perteneció a la comunidad de monjes agustinos del monasterio de El Escorial. «En el 70 pedí la dispensa a Roma y me la otorgaron».

Nada, salvo las imágenes de Buda, desentonaría en un enlace de tradición cristiana. El maestro obsequió con un tanka, o bandera tibetana, a los contrayentes, que antes de finalizar el oficio intercambiaron sendos khatak, un fular blanco, «una forma de decir ?hola? en el Tibet y transmitir buenos deseos e intenciones puras», como explicó Gosia. Parientes y amigos, de Holanda, Madrid, O Vicedo, Ourol y otros lugares, les trasladaron sus deseos de felicidad y éxito, otra máxima budista.

Novios de origen católico

La novia, que estudió sociología y ha trabajado como comercial publicitaria, proviene de una familia católica ultraortodoxa, «de la secta Camino Neocatecumenal», conocida en España, donde surgió, como Kikos. «En un momento de mi vida me di cuenta de que no tenía respuestas a mis preguntas... y conocí el centro budista de Varsovia. Mi gran descubrimiento fue que tú puedes trazar tu propio destino, de acuerdo con tu conciencia», relata. Nicolás, consultor financiero, comparte los orígenes cristianos de su compañera: «Me crie en Holanda, un país liberal, estudié, siempre me gustó la filosofía asiática y llegué a un punto en que quería saber más acerca de nuestra realidad». La búsqueda les condujo al centro budista de Málaga, donde se conocieron hace poco más de dos años. Aspiran a «la felicidad absoluta, el gozo en acción y la compasión», metas del budismo, a través de la meditación, «pero también de aplicar lo que obtienes meditando en la vida diaria». Y siguen el ejemplo del maestro, «una figura esencial». En O Vicedo, donde veranea Nicolás desde niño, y en la ría sienten «una fuerza, una energía que no existe en otros lugares». Un poder que mana de la naturaleza y al que atribuyen, junto a su propio empeño, el magnífico día de sol de su boda, «en un lugar idílico, increíble», como resaltó el oficiante al inicio de la ceremonia, que culminó con una cena en Xilloi (O Vicedo).

El budismo (no reconocido como religión oficial en España, sí en otros países occidentales) laico que practican Nicolás y Gosia (desde hace unos meses viven en Amsterdam) aspira a la iluminación, «no solo para ti sino para todos, si eres feliz puedes dar más». A la dicha de la pareja y sus invitados contribuyeron ayer Dolo, Javi, Juani, Tania, Esther y Javier, el equipo del Semáforo de Bares, un lugar tan fascinante como se cansó de describirlo el maestro Pedro.