Pequeños paraísos

Nona I. Vilariño MI BITÁCORA

FERROL

09 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Mi paseo me lleva hoy a la ribera de Caranza. Quienes paseamos con frecuencia por esa zona convivimos con la belleza y con sus matices que dibujan un paisaje en el que habitan fantasmas, hijos de la decadencia industrial, rodeados de una naturaleza increíblemente hermosa, que se resiste a los intentos de destruirla gracias al espíritu indomable de quienes creen que el progreso no depende solo de la industria, sino también de la protección de un patrimonio natural que esconde millones de euros de recursos renovables, e indestructibles, si se los protege adecuadamente.

Es una mañana entreverada de grises y dorados. Las nubes, que apagan el brillo de un todavía tímido sol, desdibujan la silueta de esas grúas ociosas que esperan el milagro de algún encargo, mexicano quizás, que les devuelva el esplendor perdido. La silueta de unos buzos, colgados como cuerpos sin vida, es el patético aviso de que algo se muere detrás de la muralla?

Al bajar al sendero que bordea la ribera, un grupo de gente despierta mi curiosidad. Están limpiando la pequeña playa que se extiende a la espalda de dos construcciones, el Conservatorio y el Auditorio, que nada aportan a un entorno tan hermoso, Son miembros de ?Acción directa de recuperación de espazos públicos?. Trabajan porque quieren preservar uno de esos pequeños paraísos, aún no perdidos pero sí heridos de abandono. Abracemos con fuerza esa ribera para proteger la belleza que generosamente nos regala.