Europa pone un pie en Marte

Raúl Romar García
R. ROMAR REDACCIÓN / LA VOZ

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ESA

Europa tiene una cita con la historia. Será el 19 de octubre. En ese momento, la cápsula «Schiaparelli» se separará de su satélite nodriza «GTO» para iniciar un descenso controlado hacia la superficie de Marte. Es un objetivo que hasta ahora se le ha resistido después del fiasco del robot «Beagle» en el 2003. Pero quiere demostrar que ahora está preparada para el reto, que tiene la tecnología necesaria para conseguirlo y que puede competir con la NASA.

27 sep 2016 . Actualizado a las 21:35 h.

Tanto la sonda GTO como Schiaparelli, el módulo demostrador de entrada, descenso y aterrizaje en la superficie de Marte, forman parte de la primera fase de la misión ExoMars, cuyo principal objetivo pasa buscar en la atmósfera del planeta rojo indicios de metano y otros gases traza que sean indicativos de la presencia de procesos o geológicos activos. O, dicho de otra forma, descubrir si en Marte existe algún signo de vida. Este es el gran reto científico, pero que encierra, a su vez, otro desafío no menos importante: desarrollar y poner a prueba tecnologías clave que permitan a la Agencia Espacial Europea (ESA) contribuir de un modo activo en la futura conquista marciana.

En este contexto el examen crítico llegará con el orbitador Schiaparelli, que espera ofrecer a Europa el desarrollo técnico necesario para aterrizar en Marte controlando la orientación y la velocidad de aterrizaje, para lo que se evaluarán tecnologías innovadoras relacionadas con material especial de protección térmica, sistemas de paracaídas y de frenado de propulsión controlado por propulsión líquida. En juego está una inversión de 1.300 millones de euros, que es lo que ha costado poner en marcha toda la misión.

«En tecnología espacial Europa está prácticamente al mismo nivel que la NASA, pero a nosotros se nos ha resistido el descenso controlado y el aterrizaje en Marte. Y esto es lo que queremos probar, que nosotros también somos capaces de hacerlo», explica Alejandro Cardesín Moinelo, ingeniero de telecomunicaciones de A Coruña que es uno de los responsables de operaciones de ExoMars. Este será el único objetivo del módulo Schiaparelli, que permanecerá activo únicamente el tiempo que le duren las baterías. La ESA no ha querido arriesgar más. En esta ocasión, y quizás para evitar otro fracaso como el ocurrido con el robot Beagle en el 2003, ha querido ir poco a poco y reservarse una segunda carta de la baraja espacial. Será la que jugará dentro de dos años, cuando envíe a Marte, en lo que será ExoMars 2, un módulo explorador similar a los que tiene la NASA, en colaboración con la Agencia Espacial Rusa (Roscosmos).

En toda la misión la industria española tendrá una buena cuota de protagonismo, ya que ha participado en buena parte en el desarrollo de los instrumentos que se han puesto en órbita. Y en ellos ha desarrollado un papel crucial el ingeniero gallego de Airbus Carlos Samartín, que ha sido el encargado del diseño y fabricación del escudo térmico del módulo de aterrizaje Schiaparelli. Esta defensa protegerá la estructura interna del orbitador de las altas temperaturas generadas durante la entrada en la atmósfera marciana. «Es una de las estructuras más complejas desarrolladas por Airbus y ha supuesto también una gran responsabilidad, porque si falla el escudo térmico, adiós misión», explica Samartín, responsable de Materiales Compuestos de Airbus España, que ha sido uno de los contratistas elegidos para participar en el proyecto. La compañía también se encargó del diseño y fabricación de todo el cableado y del tubo central de carga del satélite TGO.

La estructura ha sido diseñada para soportar temperaturas de hasta 1.000 grados, aunque las generadas por el roce del módulo con la atmósfera marciana serán de poco más de 800. El gran reto, sin embargo, ha sido la optimización del diseño de la coraza, fabricada fundamentalmente en fibra de carbono. «Tiene una geometría muy rara, que aún no se había desarrollado, lo que nos obligó a desarrollar en tiempo récord un sistema de fabricación para garantizar la forma», señala el ingeniero.

Otro aspecto clave fue la producción de una resina especial capaz para proteger al escudo de la fricción y de las altas temperaturas. «Todas estas tecnologías que desarrollamos y que ahora son punteras no tengo ninguna duda que se acabarán aplicando en la industria aeroespacial, en la aeronáutica o en otras», asegura Carlos Samartín, quien tiene muy claro que la inversión que ahora se ha hecho acabará siendo rentable.

Lo mismo opina Alejandro Cardesín. «Son tecnologías -dice- que después se reutilizarán para satélites de observación de la Tierra o de telecomunicaciones, por poner solo unos ejemplos, y que también permitirán a la industria española poder competir en la división de honor de la industria espacial». Ir a Marte, por ejemplo, permitirá mejorar la cámara de su teléfono móvil.