Aquí no hay ningún chapón...

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Santi M. Amil

...solo gente con chispa. Lo dicen ellos y lo corroboran sus profesores de Tecnoloxía en el instituto ourensano Otero Pedrayo. En el más histórico de los centros de enseñanza de la ciudad se amueblan cuatro mentes de ciencia ficción. Ellos son los ganadores del VIII Concurso Galego de Robótica, que organizan la Fundación Barrié y la Institución Galega da Ciencia

22 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Entre las cifras gruesas ?2.235 alumnos, 100 profesores y 62 centros educativos participantes? sobresalen ellos cuatro: Enrique, Xabier, Miguel y Manuel. Son los ganadores, en la categoría de Bachillerato y Ciclo medio, de un certamen que lleva por subtítulo A maxia da robótica. Lo suyo, sin embargo, no suena a magia. Más bien, a horas de trabajo, a interés, a vitalidad y a ganas, muchas ganas.

Las razones de estos cuatro jóvenes para incluir en su selección de materias optativas la Robótica son variadas: opiniones de compañeros, experiencia en cursos anteriores con la informática, posibilidades de salida laboral o... curiosidad. Curiosidad y novedad son palabras clave en las decisiones de unos estudiantes que, con muy distintos caracteres y actitudes, coinciden en el espíritu creativo y en el interés por descubrir y por hacer.

A unos les tiran las ingenierías y alguno dice claramente que no tiene interés por nada especial, pero para los cuatro el contacto con el mundo de la robótica ha sido un éxito. Un éxito, eso sí, que no tendrá continuidad a partir de septiembre. Con la Lomce hemos topado.

La polémica ley de educación sobrevuela la charla en el instituto Otero Pedrayo más que el mismísimo espíritu del patriarca de las letras gallegas, que impartió allí sus clases magistrales de Geografía y de Historia.

Para Roberto González y Fernando Del Río, profesores de Tecnoloxía, esta opción de clases de Robótica es una de las pocas alegrías que la Lomce ha dado a una materia que, lamentan, ha ido perdiendo horas a pesar de la creciente importancia social de las nuevas tecnologías.

Para unos y para otros, es una opción incompleta puesto que no tendrá continuidad más allá de este curso. Manuel no comprende «que a poñan e que cha quiten ao ano seguinte, cando esta asignatura vai dar futuro a mil carreiras porque todo o que vén agora alguén o vai ter que programar. Parece unha perda de tempo se non podes seguir».

Sus palabras son el interruptor para un debate que va mucho más allá: Lo hacen para que los alumnos opten por la FP, dice uno; el reparto de materias está mal estructurado porque los de Ciencias hacen muchas Letras y los de Letras, pocas Ciencias, se engancha otro. Nuestro futuro está colgado, remacha un tercero, con la incertidumbre de reválida, selectividad... «Temos un pé en cada lado e está o río no medio», ilustra Miguel.

Esas mentes que se zambullen en el debate social y educativo con orden, pero con ímpetu, son las mismas que se adentran con soltura en el cerebro de esas atractivas máquinas de ladrillitos lego, todo un mundo de sensores que causa fascinación.

Manuel, Miguel, Xabier y Enrique han sido los mejores de Galicia haciendo funcionar a unos robots que no tienen forma humana, como en las viejas películas de ciencia ficción, pero sí un corazón obediente. El quid está en saber arrancar esa disciplina de un artilugio aparentemente inerte.

Con lo aprendido durante el curso, los cuatro estudiantes del Otero Pedrayo han sido los mejores superando los retos propuestos en el concurso gallego de robótica. Han conseguido programarlos con éxito para ejecutar tareas como entrar y salir de un laberinto utilizando sensores de ultrasonido, para contabilizar el número de personas que pasan por un punto determinado, para que sigan un itinerario prediseñado y hasta para que hagan una ola en formación de a cuatro. Un juego de niños que va muy en serio.

Durante el curso han aprendido a programar sus pequeños robots, unas máquinas, aclaran los profesores, que han sido adquiridas por el instituto con su propio presupuesto, a 300 euros la pieza. «En dúas horas de clase á semana -explica Roberto González- aprenderon a programar un robot enfrontándose a diversos problemas. A materia lévase como un concurso, con retos para superar. Isto é ensinarlles a pensar doutra maneira, que estruturen unha serie de ordes. Os tres primeiros meses pelexei con eles para que entenderan dúas ou tres cousas básicas e agora saben como estruturar unha serie de accións».

Enrique ratifica que la materia ayuda a estructurar su mente para afrontar otros retos. Manuel valora la amplitud y las salidas de este mundo profesional y lo entretenido de «non estar sempre cun libro diante». Xabier destaca que este ejercicio «te hace darle más de una salida a un problema; ayuda porque hoy la mayoría de las cosas están hechas para destruir tu mente, la tele te engulle, te quita la imaginación completamente». La robótica, aseguran los profesores, potencia las capacidades en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. En este caso, ha multiplicado, además, el espíritu de equipo que, destaca Del Río, ha sido impresionante.

Para los docentes, la materia es también una vuelta al pasado. Los ha convertido en alumnos, como miembros que son de un grupo de profesores que recibe formación continua en un centro de la Xunta. El objetivo es seguir avanzando en una materia, la Tecnoloxía, que ha experimentado una auténtica revolución en las últimas décadas.

Para el común de los mortales, las peripecias de estos robots y, sobre todo, los secretos de su programación suenan a magia... o a la mano de algún pequeño genio. ¿Buenos estudiantes? Manuel se ríe y contesta con un «Inténtase levar». Miguel sentencia: «Todo acaba sacándose a tempo». Roberto, el profesor, centra sus respuestas: «Capacidades técnicas téñenas, fáltalles traballo. O traballo cos robots require rapaces que teñan chispa, imaxinación... e estes rapaces si a teñen. Nas asignaturas vese o traballo diario e algún patina, pero son rapaces activos». Por si queda alguna duda, alguien lo dice alto y claro: «Aquí non hai ningún chapón».

Superado, con la máxima nota, el concurso gallego, los cuatro estudiantes definen sus retos, en materia de robótica, para el futuro. Manuel quiere, «algún día, ser capaz de construír o meu propio robot, que o programe e despois traballe». Xabier, hacer un programa muy interactivo que se controle por voz para las funciones de la casa. Miguel concentra su sueño en un robot de salvamento especializado en fuegos y mar. Enrique busca «algo que me permita voar ou ir ao fondo do mar». ¿Será posible? «Se quixera, seguro, igual que o resto», sentencia el profesor.