Un inglés de Bombay en Carral

Oscar R. Ayerra

MOTOR ON

MARCOS MÍGUEZ

Un gallego rescató del olvido un Rolls Royce Phantom I de 1926 abandonado en un almacén de Bombay. Perteneció a un general inglés cuando la India era colonia inglesa.

08 jun 2016 . Actualizado a las 18:42 h.

«Vimos una sombra oscura al final del pequeño almacén, era la silueta de un automóvil. Tenía una capa de 5 centímetros de excrementos de gallina que lo cubría por completo, parecía entero, y no se había movido de ese sitio por lo menos en 50 años. Limpiamos la zona del radiador y ¡ostrás! aparecieron ante nosotros las dos erres: habíamos descubierto un auténtico Rolls Royce en un pequeño pueblo a 200 km de Bombay». Enrique, un coruñés que fue piloto de líneas aéreas, ya jubilado pero no en el espíritu, recuerda emocionado cómo hace 25 años decidió buscar, como fórmula de inversión, vehículos antiguos de cuando India era una colonia inglesa. «Mi tripulación y yo hacíamos la ruta entre Bombay y Tokio, y en los días libres nos pusimos a la búsqueda de coches de antes de la Segunda Guerra mundial».

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Debido a la gran humedad reinante en el país asiático se hicieron con un pequeño mapa de niveles, evitando buscar a nivel de mar. Se centraron en las zonas montañosas, y por lo tanto mas secas, que tienen condiciones más idóneas para que los vehículos no sufrieran tanto el mal de la chapa, la podredumbre. «Preguntamos en cada pueblo a nuestro paso, hasta que dimos con él». Este intrépido equipo fue limpiando y verificando el estado real del vehículo hasta que finalmente decidieron comprarlo.

A la búsqueda del dueño

El cambio de titularidad de un vehículo hoy en día se hace casi en una hora, pero con el Rolls fue una contrarreloj de tres semanas. «Con todos los datos del coche, número de bastidor, de motor y demás se plantaron en la central de la Rolls Royce en Inglaterra, su misión era revisar el archivo histórico de antiguos propietarios. El verdadero dueño era un general inglés ya fallecido, un tal Smith destinado en India. En los años 30 regresó a su Inglaterra con la intención de volver más adelante a llevarse el Rolls, pero nunca lo hizo. Según las normas inglesas, en casos así, si se encuentra un bien del que se desconoce su actual dueño, es obligatorio intentar ponerse en contacto con él a través de tres anuncios con todos los detalles, publicados en tres días distintos a lo largo de tres semanas y en tres periódicos nacionales hasta que aparezca quién reclame el automóvil. «Lo pasamos muy mal, contábamos las horas... si aparecían los dueños nos quedábamos sin nada». Nadie lo reclamó, así que el Rolls estrenaba dueño.

Susurrando a la chapa

Con el coche ya a su nombre lo traslada por mar hasta Liverpool. Meses más tarde un especialista en motores Rolls se encargó de devolverle la vida. «Nunca se me olvidará la primera vez que salimos con él por la campiña galesa, parábamos en cada pub a lo largo de la ruta que serpenteaba por las suaves colinas, descubrí lo que los ingleses llaman "happy motoring", el placer de conducir».

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Para realizar el resto de la restauración, una tarea nada fácil, busca en España a los mejores carroceros artesanos. Por suerte en Carral encuentra el último de los grandes artesanos de la chapa. Según Enrique fue el último de los artistas que susurraban a la chapa, «las moléculas de aluminio las debes desplazar a base de golpes muy precisos con el martillo» decía mientras reconstruía el que sería su último gran trabajo y que duró dos años.

Garaje con pedigrí

Días después del primer contacto con Enrique me cito con él para la sesión de fotos, pero al entrar al garaje me tengo que frotar los ojos porque veo doble: ¿dos Rolls Royce? Si, su preciada joya de la India descansa junto a otra, algo más joven, de solo 80 añitos, pero con un pedigrí que ya quisieran muchos nobles. Es un Phantom II de 1936 adquirido esta vez en una subasta casi por impulso hace 22 años. Fue el último Phanton II construido, asegura Enrique. Su propietaria, la condesa Dowager of Fox, de la nobleza inglesa y casada con un ministro del Parlamento, casi obligó a la Rolls a detener la cadena de montaje de los nuevos Phantom III, que llevaban dos años en producción para construirle el II, ya que el nuevo modelo «no le gustaba nada».

Para manos expertas

Con un garaje de este calibre, las puestas a punto solo corren a cargo de las manos expertas de Luis, un ingeniero de motores clásicos y antiguos. Gallego aunque formado profesionalmente en Inglaterra, solo él conoce bien lo que tiene entre manos. «En estos coches, mientras conduces, tienes que ajustar la mezcla de aire y gasolina, además de decidir cuándo ubicar la chispa de la explosión. Si no lo haces correctamente te puedes cargar el motor». Con esta estresante explicación ahora entiendo por qué en aquella época los conductores de estos vehículos tenían formación en la propia Rolls Royce. Vamos, que lo de encender y acelerar solo es de hoy en día. Dos exclusivos vehículos que, según me informa su dueño, están a la venta, así que soy uno de los privilegiados que puedo llevarme dos Rolls, pero no por el precio de uno.

Y es que Enrique, a sus 70 años, también adicto a los aviones de combate de la segunda guerra mundial, tiene otros nuevos proyectos en mente y con la venta de estas joyas cerrará una etapa más para comenzar otras nuevas, y es que me añade que también pilotó hace años un biplano de la primera guerra mundial pero eso es otra historia.