Como ser viticultores y bodegueros por un día

José M. Orriols

SABE BIEN

CEDIDA

Si le apetece experimentar lo que es la vendimia, pero la más dura, la que llaman heroica, y además elaborar su propio vino en una bodega, no tiene más que subirse al «viñobús»

02 oct 2016 . Actualizado a las 05:15 h.

El título del famoso cuadro de Joaquín Sorolla ¡Aún dicen que el pescado es caro! podríamos aplicarlo perfectamente al vino que se produce en la Ribeira Sacra, donde los viticultores, que casi todos a su vez son también bodegueros, tienen que jugarse el tipo para hacer una vendimia realmente insólita y peligrosa. Es la viticultura de montaña, la heroica la que se practica en aquellas escarpadas y difíciles laderas de los ríos Miño y Sil desde hace más de 2.000 años. ¿Que parece exagerado lo que digo? Pues ahí está el viñobús de la vendimia que puso en marcha el Consorcio de Turismo de La Ribeira Sacra, con el que podremos experimentar lo que significa, no solamente cortar un racimo de Mencía o Godello, sino las dificultades y el esfuerzo que hay que hacer para subir cada caja a los tractores que bajan arriesgadamente por los socalcos. De esta forma podremos convertirnos en viticultores y bodegueros por una día, porque el autobús nos dejará cerca de las viñas, podremos bajar por las terrazas e incluso ayudar (aunque muy poco) en la vendimia 2016. Desde luego lo que si podemos asegurar es que será un día inolvidable y que nunca más, cuando nos sirvan un vino de esta zona, pondremos reparos en el precio.

Elaborar nuestro propio vino

La jornada la comenzamos en una bodega (los últimos grupos son los días 8 y 9 de este mes de octubre). Allí nos reciben los propietarios y el enólogo que nos da las explicaciones sobre las diferentes variedades, cómo es el vino que elaboran y nos dicen a que parcela vamos a ir. Un guía del consorcio nos acompaña y, sobre todo, está muy pendiente de nuestra seguridad. Al llegar al viñedo nos explicarán cómo cortar la uva, el por qué de la situación del viñedo, la orientación y todas las preguntas que se nos puedan ocurrir. Los que deseen participar deberán llevar ropa cómoda y atender las recomendaciones para trabajar, porque en aquellos lugares, toda precaución es poca. «De cualquier forma (explica Alexandra Seara, gerente del Consorcio de Turismo de la Ribeira Sacra) la seguridad está garantizada. Hay que tener precaución pero no miedo, porque a los lugares que puedan entrañar más peligro ya no vamos».

Realizada esta labor nos dirigimos a la bodega y allí comienza el trabajo de la preparación del mosto. Los que quieran pueden ayudar a pisar las uvas recogidas «los niños (apunta Seara) son los primeros voluntarios y el mosto que se produce se vacía en los tanques de la bodega. También aquí recibiremos explicaciones sobre el tiempo que va a estar fermentando o los tratamientos y procesos por los que pasará antes de que se convierta en vino. A continuación, el almuerzo en la propia bodega y en el paquete turístico, que cuesta 15 euros, va incluida una botella del vino que acabamos de elaborar. También, si queremos, podemos pedir más botellas de «nuestro» vino que nos enviarán a casa cuando se embotelle, no antes de la primavera.

Este organismo turístico de la Ribeira Sacra organiza también las rutas del románico. Otra actividad interesante, es la que se llama Pasaporte al cielo, que consiste en recoger credenciales en diferentes bodegas para hacer un viaje en globo y también las jornadas anuales de la caída de la hoja, en las que podremos admirar estampas únicas de infinitos colores que ofrece el otoño en esta zona gallega.

Un lugar único

La conjunción de historia, monumentalidad y paisaje hacen de esta zona uno de los principales destinos turísticos de Galicia. La construcción de embalses hizo posible la navegación por los ríos Miño y Sil, y así los cruceros en catamarán son uno de los atractivos principales para los visitantes que, de esta manera, pueden conocer los rincones más recogidos e inaccesibles de esta difícil orografía. Las espectaculares hendiduras graníticas se mezclan con los bosques autóctonos de robles, castaños y abedules además de las xestas, toxos y piornos. A pesar del fuerte desnivel, el paisaje está humanizado en los sotos y con el cultivo de las vides en bancales en las laderas soleadas. La fama de los vinos de esta zona, reputados desde la época romana, explica que se mantuviera la producción a lo largo de los siglos, a pesar de la dureza de la vendimia. La misma magia que atrajo a los monjes hace cientos de años atrapa hoy a quien se asoma a uno de los incontables miradores que permiten observar la belleza sinuosa y envolvente de la Ribera Sacra. Para no perderse este viaje.