¿Gene Kelly o Fred Astaire?

EXTRA VOZ

Veinte años después de la muerte de Gene Kelly, la polémica sobre cuál de los dos era mejor bailarín sigue sin conclusión. Dicen que Kelly decía siempre a Astaire: «yo soy el Marlon Brando del baile, tú el Cary Grant».

31 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Afinales de la década de los treinta, el bailarín Gene Kelly dejó su hogar de Pittsburg, Pennsylvania, y se instaló en el Nueva York de los sueños con la esperanza de triunfar en Broadway. Atrás quedaban los años de duro trabajo en una escuela de danza, junto a sus hermanos, y sus primeros pasos en el baile, animado por la posibilidad que aquel le ofrecía «de poner mis manos es las caderas de las chicas y mi cara cerca de la suya», tal y como reconocería en una de sus últimas entrevistas. En una escena enamorada de los movimientos aristocráticos de Fred Astaire, Kelly se presentaba a pecho descubierto («pero consciente de que me había preparado adecuadamente», aseguraría años después) en aquella Gran Manzana que se recuperaba de la Gran Depresión dispuesto a ofrecer algo radicalmente distinto, un baile inequívocamente masculino que personificase al hombre común americano. Su talento le proporcionó un primer contrato en Broadway: en el musical Leave it to Me (1938). Tres años más tarde llegó su primer éxito con el papel protagonista en el musical Pal Joey, y a partir de allí, su carrera vivió un vertiginoso ascenso, pese a lo cual nunca ganó un Oscar. Su única nominación la consiguió en 1946 por Levando anclas, pero en 1952 se le concedió uno honorífico «por su enorme e irrepetible contribución a la historia del cine».

Y es que estamos hablando del actor a quien se le ocurrió marcarse números de claqué con el ratón Jerry, o con los karatecas Jackie Chan y David Carradine. Del coreógrafo que asesoró a Madonna durante su tour Girlie Show y, desde luego, del  bailarín que protagonizó alguno de los pases mas recordados del cine musical. (Un apunte sobre la película en la que estarán pensando todos: el traje de lana de Cantando bajo la lluvia se vendió hace cuatro años por ochenta mil euros en una subasta. Se encontraba en perfecto estado, pese a la lluvia formada por una mezcla de agua y leche (para que la captase la cámara) a la que fue sometido durante una intensa sesión de rodaje, mientras Gene Kelly intentaba disimular una fiebre de casi 39 grados). Cuando a principios de los años 40 Hollywood llamó a su puerta, Kelly ya era toda una estrella en Nueva York «El nuestro era un trabajo duro pero nos divertíamos», aseguraba con frecuencia: «Nos sentíamos felices porque pensábamos, en todo momento, que estábamos creando una especie de magia. Eso es lo que hacíamos. Bailábamos al amor, bailábamos a la alegría y bailábamos por los sueños. Por eso me alegro mucho de haber sido un actor de musicales». For Me and My Gal (1942) fue su primera película, a la que siguieron Un americano en París o la ya mítica Cantando bajo la lluvia. Ya estaban sentadas las bases de un debate que dura hasta la actualidad. ¿Quién era mejor bailarín, Gene Kelly o Fred Astaire? Cyd Charisse, compañera de baile de  ambos en varias películas, aseguraba: «Es como comparar las manzanas y las naranjas. Ambos son deliciosos». El marido de Charisse, Tony Martin, no era tan diplomático: «Si venía de un rodaje con moratones sabía que estaba trabajando con Kelly, si venía impecable, había estado con Astaire». 

EL AMERICANO DE A PIE

 Dos estilos diferentes (el propio Kelly bromeaba diciendo que él era el Marlon Brando del baile y Astaire el más refinado Cary Grant) con una explicación mas profunda. «En realidad ?le confesaba en 1985 a la periodista Margy Rochlin? estaba intentando desarrollar la imagen del americano de a pie, nunca interpreté a un hombre rico, o a un príncipe, y para escenificar a un marinero o un lobo de mar tienes que bailar de una forma ecléctica y variada. En los años 30 había la tendencia en Hollywood de convertir a todos los personajes en ricos, incluso si estaban  haciendo el papel de hombres pobres. Todos iban bien vestidos, peinados, con calcetines blancos, camisetas inmaculadas y limpísimos tejanos». Su viuda, Patricia Ward, autora del trabajo El Legado de Gene Kelly, ahondaba recientemente en la misma idea: «Gene supo buscar un lenguaje y una forma de expresar la vida americana en la gran pantalla. Quería romper con la tradición del baile de salón europeo. Quería bailar la canción popular americana y buscaba el tipo de movimiento que sentía que coincidía con el tono americano. La mejor fuente para eso fue el deporte. Volvió a entrenarse como lo hacía en su juventud. Y así es como creó un baile que nunca hasta entonces se había visto».

OTROS CAMINOS

Durante la década de los 50 y 60, Gene Kelly se convirtió en una de las estrellas más populares y rentables de Hollywood, protagonizando comedias musicales como Brigadoon y también dirigiendo películas de todo tipo como Hello, Dolly! o El club social de Cheyenne. «No puedes ser cantante y bailarín durante toda la vida», solía decir. «Llegado un momento tienes que buscar otros caminos. Es como los jugadores de béisbol que, con los años, se convierten en entrenadores».

En 1973, tras la muerte de su segunda esposa, se fue apartando poco a poco del cine y en 1980 realizó su última película, Xanadú, aquel pastiche sobre patines junto a Olivia Newton-John. Algunos consideran que fue un paso en falso antes de cerrar con broche de oro su carrera. Él, sin embargo, insistía en que fue más un favor personal hacia Olivia Newton-John que un interés personal en regresar al cine o en ganar dinero. «En aquella época, una sala de Atlantic City me había puesto una cantidad indecente sobre la mesa por una serie de actuaciones. Solo hice dos, porque me di cuenta de que aquello no tenía sentido: estaba bailando de forma mecánica, solo por la pasta, así que dije: se acabó», le aseguraba a  Margy Rochlin, la sagaz periodista que consiguió hacerle una de las mejores entrevistas que se le recuerdan y en la que Gene Kelly charlaba sin rodeos de la evolución del baile en el cine e intentaba no criticar, pese a las puyas de la entrevistadora, la tendencia a contratar dobles de famosos (eran los tiempos de Flashdance o Dirty Dancing) para los números más complicados. «Bueno, es cine, es una ilusión», sonreía, pensando, seguramente, en las broncas que, según sus biógrafos, le metía a Debbie Reynolds entre bambalinas por no llegar al nivel que pretendía de ella en Bailando bajo la lluvia. Debbie Reynolds acabó sangrando en algún número. «No sé como volvió a hablarme», reconocería el propio Kelly.