¿Por qué son madres a los 35?

Mili Méndez

EXTRA VOZ

XOAN CARLOS GIL

Extra Voz pone rostro a la media de edad en la que las gallegas tienen hijos. Ellas explican los motivos por los que retrasaron la maternidad

04 may 2015 . Actualizado a las 11:54 h.

Pocas decisiones hay tan personales y meditadas como la de ser madre, aunque a veces suceda todo lo contrario. Sara quiso esperar. Esperar a tener un trabajo estable, una pareja que también lo fuera y una vivienda no menos segura. Fue así como con 34 todavía decidió dar el paso. Está embarazada de casi cinco meses. «Me alegro de haberlo hecho. Con 27 o 28 no tenía la madurez para tener un hijo. Imagínate con veinte, no habría ni terminado la carrera», exclama. Su barriga incipiente se ha convertido en el eje alrededor del que gira su vida. «En realidad tampoco lo planifiqué tanto, simplemente llegó y me dije:  «¿Por qué no?». Como profesora en una escuela infantil (todos los niños de A Galiña Azul de Oia la conocen) también es consciente del cambio que está experimentado el perfil de las mamás. «Tengo una primeriza de 45 años», resalta. La falta de bebés que reemplacen a los mayores es uno de los problemas más serios a los que se enfrenta nuestra comunidad. Cada año nacen aproximadamente unos 20.000 y en el 2013 ni siquiera alcanzamos esta cifra. Para hacernos una idea de los pocos que son solo hay que recordar el número de alumbramientos que vivimos en 1975. Cerca de 44.000, más del doble.

XOAN CARLOS GIL

 Mujeres como Sara son casi un tesoro y la pregunta que cabe hacerse es ¿Dónde están las madres en Galicia? Según las estadísticas cada vez hay que buscarlas menos entre las jóvenes que están en la veintena. La edad media de las madres en nuestra comunidad ha ascendido a los 32,33 años. En 1980 eran los 27. Hemos subido más de un año por década. No solo eso, el 68,2% de las mujeres que tuvieron un hijo en el 2013 tenían más de 30 años. De entre todas las franjas de edad, las de 35 fueron las más numerosas ese año según refleja el Instituto Nacional de Estadística (INE). 

El reloj biológico y el social

Lorena fue una de ellas. Lois acaba de cumplir dos años y tiene una energía desbordante de la que ha sido testigo el parque de Castrelos. Ella le sigue el ritmo. «Non me sinto maior, nin creo que o tivese tarde. Pode ser que cando el sexa un adolescente e eu vaia polos 50 mude de opinión. Agora só podo dicir que é marabilloso e que estou intentando ter o segundo. ¿Por que non o fixen antes? No meu caso non foi tanto por un tema laboral senón porque non se deron as circunstancias, coñecín á miña parella e todo confluíu», relata.

XOAN CARLOS GIL

La incorporación al mundo laboral ha dotado a las mujeres de más independencia, los avances científicos luchan en lo posible contra el reloj biológico. «La salud de una mujer con 40 años hoy no tiene nada ver con la salud que tenían a esa edad nuestras abuelas. Es mucho mejor, pero no podemos olvidarnos de que los óvulos siguen teniendo 40 años. La reserva ovárica desciende en cantidad y calidad. Eso no cambia», apunta Ana Pereda, ginecóloga del Hospital Teresa Herrera, también conocido como el Materno-Infantil de A Coruña. 

Aquí Ana trata cada vez a más madres «añosas», como se llama en la jerga médica a las que superan la barrera de los 35. «Personalmente, me gusta más decir en edad reproductiva avanzada», confiesa. El principal problema que pueden presentar estos embarazos no es otro que médico. Aumenta el riesgo de que la madre desarrolle trastornos hipertensivos, diabetes gestacional, se incrementan los partos prematuros, las cesáreas, o la mortalidad perinatal. 

«Claro que me gustaría atender más partos protagonizados por chicas de veinte, suele haber menos complicaciones, pero no podemos luchar contra el devenir social de los tiempos. Los médicos estamos al servicio de la sociedad y la realidad que impera ahora es esta», subraya. ¿Dónde está entonces la cifra límite? «Todavía no hemos vivido un caso como el de la madre alemana de 60 años, pero sí las hay de 52 o 53 años. No son gestaciones espontáneas, por encima de los 45 suelen ser fruto de tratamientos reproductivos. Lo cierto es que no existe ninguna ley que prohíba inducir un embarazo más allá de los 50, cuando termina aproximadamente la edad fértil de la mujer, pero creo que a partir de ahí habría que limitarse a casos muy concretos», reflexiona Ana, que pone fin a la conversación porque la reclaman para una urgencia obstetricia. «¡La vida en el hospital es así!», se disculpa.

Más sacrificio

Al terminar su jornada laboral Sara tiene que seguir organizándose en casa para la llegada de Simón, es uno de los nombres que barajan. La palabra que más dolores de cabeza le ocasiona es sin duda esta: conciliación. «Las ayudas económicas son importantes, pero lo es mucho más que amplíen las bajas por maternidad. Solo voy a tener 4 meses para estar con él. Es duro y lo vivo cada día con los pequeños que tengo que cuidar. A algunos incluso les tenemos que dar de comer la leche materna que nos dejan sus madres por la mañana», comenta. En España, a diferencia de países como Finlandia, Noruega o Dinamarca, donde este permiso es más extenso, solo conceden 16 semanas. La Xunta las acaba de ampliar a 18 para las funcionarias. «Pedín unha excedencia de 12 meses para coidar a Lois. Vivía lonxe do lugar onde traballaba e era imposible facer as dúas cousas. Co tempo todo se foi arranxado e agora estou máis preto. Considérome afortunada, hai nais que non o teñen tan fácil para ocuparse dos nenos e manter o emprego», añade Lorena. Si Galicia quiere tener más descendientes la solución que plantean estas madres pasa porque les den más facilidades. «Si me comparo con mi madre veo que nosotras hemos ganado en desarrollo profesional pero también tenemos que sacrificarnos más. Somos nosotras las que terminamos pidiendo los permisos si el niño se pone malo, las que sacrificamos ascensos, aficiones... Y reconozco que eso también puede ser culpa nuestra», dice Sara. Sin embargo, si le preguntamos con qué época se queda, si con esta o con la de su progenitora, escoge el ahora. «Ya no tenemos que renunciar a nuestra vida por ser madres. Eso sí, a veces a costa de intentar ser lo que no somos, superwomen.