«Corea del Norte es el lugar más horrible del mundo»

EXTRA VOZ

BENITO ORDOÑEZ

La escritora estuvo seis meses impartiendo clases a los hijos de la élite norcoreana.Su testimonio resulta a la vez aterrador y sorprendente

24 mar 2015 . Actualizado a las 08:41 h.

A Suki Kim pasó seis meses, en el 2011, infiltrada en el país más hermético del mundo, enseñando inglés a los cachorros de la élite norcoreana. Lo más sorprendente es que estos 270 jóvenes de entre 19 y 20 años se educaban en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Pyongyang, una entidad perteneciente a la iglesia cristiana evangélica, a la que la férrea dictadura permitió instalarse allí a cambio de que no hiciera proselitismo. «La universidad nunca me preguntó si era cristiana, asumieron sin más que era uno de ellos», afirma esta escritora que nació en Seúl y a los 13 años se trasladó con su familia a Estados Unidos. Cuenta su insólita experiencia en Sin ti no hay nosotros (Blackie Books). El título es parte de la letra de una canción que cantaban sus alumnos y el «ti» hace referencia a Kim Jong-il, el «Querido Líder», el dictador que murió en diciembre del 2011. Suki Kim tomaba notas noche y día en su portátil, que borraba tras pasarlas a una memoria USB, ya que sabía que los funcionarios norcoreanos espiaban su ordenador. El resultado es un testimonio único, de primera mano, que revela cómo se forman los futuros dirigentes de Corea del Norte, todos varones, bajo la más estricta vigilancia,  desde que se levantan hasta que se acuestan. «Me encantaría que el país se abriese y mis alumnos pudieran leer mi libro, para que entendieran por qué lo escribí, pero es imposible», asegura.

¿Por qué se enroló en esta universidad? 

- Tengo un interés personal porque nací en Corea del Sur y tengo familiares que fueron raptados y transportados a Corea del Norte. Fui allí por primera vez en el 2002 y escribí un ensayo para The New York Review of Books, y volví en el 2008 para cubrir el concierto de la Filarmónica de Nueva York en Pyongyang. Me di cuenta de que si quería descubrir la verdad detrás de la fachada propagandística del régimen tenía que implicarme más en su vida. Me enteré de que una universidad privada estaba buscando profesores extranjeros, me presenté y me dieron el puesto. Era una oportunidad única de vivir allí y conocer de primera mano a los estudiantes de la élite norcoreana, a los que no solo daba clases de inglés sino que compartía con ellos tres comidas al día. 

Resulta extraño que fundamentalistas evangélicos enseñen a la futura élite del país más cerrado del mundo.

- La religión está prohibida, de hecho el proselitismo es un delito. Al régimen le da igual que seas cristiano, musulmán budista o ateo, si no crees en el Gran Líder (Kim Il-sung) eres un hereje. Pero el gobierno llegó a un acuerdo con los misioneros para que no hicieran proselitismo de su religión. La institución está financiada enteramente por iglesias evangélicas de todo el mundo, principalmente surcoreanas y estadounidenses, construirla costó 35 millones de dólares y su mantenimiento es muy caro. Al régimen le da buena imagen y tiene la posibilidad de que la universidad forme a sus jóvenes de forma gratuita. Por su parte, a los evangélicos les interesa porque ponen un pie en el país y si alguna vez se abre ya están allí. En el 2011 cerraron todas las universidades y los estudiantes fueron enviados a trabajar a la construcción, excepto la nuestra, que continuó abierta. Fue cuando estalló la Primavera árabe.

- ¿Cómo era la vida diaria en la universidad?

- El control en el campus era absoluto, parecía un cuartel. No entraba ni salía información y estábamos vigilados las 24 horas. Mis alumnos se levantaban a las cinco y media de la mañana, hacían los ejercicios del Gran Líder y luego daban las clases de inglés. En el edificio Kim Il Sung estudiaban  la filosofía del Gran Líder, que se llama Juche. Cada noche seis de ellos velaban el edificio. Sus vidas estaban totalmente controladas y programadas, eran como soldados, no podían salir del campus, que estaba vigilado por 30 mujeres militares. Los profesores podíamos salir una vez a la semana, pero en grupos y siempre bajo vigilancia. Las contrapartes, es decir los norcoreanos que supervisaban todo, tenían que aprobar las lecciones, grababan las clases y había estudiantes que informaban sobre sus compañeros y los profesores. Todos se vigilaban entre sí. No tenían teléfono, solo había uno en el campus que estaba intervenido. 

- ¿Los estudiantes se creían todo lo que les inculcaba el régimen? ¿Vio algún signo de duda?

Hay una gran propaganda que dice que todo es maravilloso. Mi impresión es que había jóvenes que se lo creían, otros que decían lo que los supervisores les ordenaban y algunos que quizá sabían más de lo que decían, pero no podían admitirlo. Me es imposible saberlo porque es un sistema basado en el miedo y estaban continuamente vigilados, por lo que podían temer decir lo que en realidad pensaban. Una vez a un alumno se escapó que le gustaba el rock and roll, enrojeció y miró a su alrededor a ver si le habían oído como si hubiera dicho algo terrible. Los demás estudiantes enmudecieron y clavaron sus ojos en la comida. Es el miedo interiorizado. Yo también vivía con miedo. Me podrían haber acusado de espía y enviado a un campo de trabajo. También me aterraba crear problemas a mis alumnos, con los que acabé estando muy unida.

- Sorprende el desconocimiento total de estos universitarios del resto del mundo.

- No sabían apenas nada del resto del mundo. Pero siempre decían que Corea del Norte destacaba en todo en comparación con los demás países. Lo suyo era mejor o mayor. Estaban obsesionados. Uno de ellos me preguntó si era cierto que el coreano se hablaba en todo el mundo. Ni siquiera los estudiantes de informática sabían lo que era Internet, creían que era lo mismo que su intranet censurada. Estaban convencidos de que el baloncesto les hacía crecer, porque así se lo decían sus libros de texto. Eran incapaces de reconocer fotografías del Taj Mahal o de las pirámides de Giza. Solo un par de ellos sabían dónde ubicar la Torre Eiffel y eso después de mucho pensar. Casi ninguno conocía qué país había sido el primero en llevar al hombre a la Luna, pero todos sabían que Alaska había sido vendida a Estados Unidos por un precio ridículo, prueba inequívoca del imperialismo yanqui. La información está tan uniformada que nadie conocía a Steve Jobs o a Mark Zuckerberg, pero sí a Bill Gates. 

- ¿Hasta qué punto pudo observar la vida real del país en cerrada allí?

- En Corea del Norte solo se puede ver lo que permiten. El régimen no deja que se transmita al exterior lo que no quiere. Yo he seguido durante mucho tiempo lo que sucedía en ese país, he entrevistado a muchos desertores que han huido del país a Corea del Sur, Mongolia, China, Laos o Tailandia y  me han contado historias terribles de la hambruna y la represión. Durante el tiempo que estuve enseñando a estos jóvenes de la élite aprendí sobre su psicología, la forma en que piensan.

- ¿Cómo ha logrado mantenerse tanto tiempo un régimen totalitario tan extremo? ¿Es posible un cambio?

- Es una combinación de muchas cosas. Existe un impresionante culto a la personalidad, que en realidad es religioso, y un control absoluto de la información. Además, Corea del Norte es una dictadura militar muy brutal, con 20 gulags en los que encierran a cerca de 120.000 presos políticos. A finales del 2013 supimos que el dictador Kim Jong-un hizo ejecutar a su tío, que había sido el número dos del régimen durante décadas. Los norcoreanos llevan su insignia del Gran Líder, hay retratos y más de 35.000 estatuas de Kim Il-sung y su hijo Kim Jong-il por todas partes, altavoces que transmiten la propaganda gubernamental, la televisión solo hablan de los Grandes Líderes. El régimen controla totalmente a la población, la priva de cualquier atisbo de humanidad, la trata como a soldados y esclavos y la infantiliza conscientemente. Además, es una sociedad donde todos vigilan a todos. De esta forma se puede perpetuar, a pesar de la hambruna que tuvo lugar a finales de los años 90 que mató a casi tres millones de personas, una décima parte de la población, y a que ahora el 80 % pasa hambre por la escasez de alimentos. Cuando murió Kim Jong-il en el 2011 y le sucedió Kim Jong-un, que con 29 años era el presidente más joven del mundo que llegaba al cargo, se pensó que podía haber una apertura, pero no ha sido así. El control es tan extremo, incluso a los jóvenes de la élite, que es muy difícil que haya un cambio. No me puedo imaginar un lugar peor para vivir. Es el lugar más horrible que se pueda imaginar. Si suprimes cualquier forma de pensamiento crítico y las herramientas que tienen las personas para comunicarse entre sí el resultado es uno de los regímenes más abusivos del mundo.