Una propuesta-trampa para una secesión imposible

e. c. MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

QUIQUE GARCÍA | EFE

Las diferencias entre Cataluña y Escocia: Cameron podía pactar el referendo; Rajoy, no

21 mar 2017 . Actualizado a las 07:27 h.

La propuesta de Puigdemont y Junqueras tiene muchas trampas. Se les llena la boca de la palabra diálogo, pero el único que admiten es el que desemboque en un referendo de autodeterminación, algo que saben de sobra que en España es ilegal y que el Gobierno nunca hará. Eso no se llama diálogo sino conminar a la otra parte a aceptar sí o sí lo que, en cualquier caso, quieren imponer. Aducen la vía escocesa, es decir, un referendo pactado. Pero obvian interesadamente que los casos catalán y escocés son muy diferentes. En el Reino Unido no hay una Constitución escrita, por lo que el Gobierno, como hizo el que presidía David Cameron, tenía plena capacidad para acordarlo. En España, como en otros países, no es posible, porque existe una Carta Magna que no lo permite. Ningún diálogo ni ningún pacto pueden saltarse la reglas constitucionales. Puigdemont y Junqueras piden a Rajoy que haga algo que no puede hacer, que abra la puerta a dinamitar el Estado. Los secesionistas escoceses no se salieron del marco legal; los catalanes están dispuestos a saltarse abiertamente la ley y aseguran que harán la consulta aunque no sea pactada.

Hay constitucionalistas que señalan que para que fuera posible un referendo independentista habría que cambiar la Carta Magna. Sin embargo, Santiago Muñoz Machado, académico, catedrático de Derecho Administrativo, autor de Informe sobre España o Cataluña y las demás Españas, reputado experto en la materia, sostiene que no es posible reformarla para abrir la posibilidad de una escisión, «ya que cualquier decisión que afecte a la unidad y la integridad territorial del Estado supone renunciar al Estado mismo, es el suicidio del Estado y eso la Constitución no lo permite».

Otra consulta

Es significativo que Puigdemont y Junqueras hagan su propuesta-trampa en el mismo momento en el que los independentistas escoceses están exigiendo un segundo referendo cuando ya en septiembre del 2014 perdieron claramente con el 55,3 % de noes frente al 44,7 % de síes. Esta es una característica de los insaciables nacionalismos: realizar tantos referendos como sea preciso hasta que en alguno de ellos ganen sus tesis. Y, a partir de ahí, con los hechos consumados, se acabaron las votaciones.

En todo caso, la propia ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, resaltó hace unos meses las diferencias entre el caso catalán y el escocés. «Quebec no es lo mismo que Escocia, y Escocia no es lo mismo que Cataluña», dijo recientemente. Y añadió: «Cada caso es distinto y cada circunstancia histórica también... En Escocia celebramos una consulta democrática y constitucional que sirvió además como revulsivo político en el país».