Diez meses sin precedentes

ramón gorriarán MADRID / COLPISA

ESPAÑA

ANDREA COMAS | REUTERS

Un Gobierno maniatado, dos investiduras fallidas, un conflicto entre poderes del Estado, una Corona limitada y un PSOE destrozado constituyen el paisaje después de la batalla

16 oct 2016 . Actualizado a las 09:36 h.

El 20 de diciembre de 2015 la política y la legalidad de este país entraron en territorio virgen. El bipartidismo de casi cuatro décadas salió zarandeado de las urnas y los actores políticos han hecho gala de su impericia para moverse por un tablero que ahora cuenta con cuatro protagonistas. Esa falta de talento de los líderes y los partidos para adaptarse a la situación ha derivado en un bloqueo de trescientos días, que todavía ha de prolongarse hasta que la tercera intentona de investidura se vea coronada por el éxito.

Pero no solo los actores de carne y hueso han evidenciado su incapacidad para reciclarse ante la nueva etapa. También la legalidad ha mostrado que tiene las costuras mal rematadas. La Constitución carece de resortes para solucionar problemas como el fracaso de una investidura, y tampoco cuenta con preceptos que solventen conflictos como el registrado entre el Ejecutivo y el Legislativo a propósito de la fiscalización de las actividades del primero por parte del segundo. Hasta la Corona se ha visto en apuros legales y protocolarios ante una situación inédita que ha restringido buena parte de sus actividades Un desaguisado político, legal y constitucional que pone una vez más de manifiesto que el modelo instaurado en 1978 estaba pensado para que la gobernabilidad fuera cosa de dos con el ocasional concurso de los satélites nacionalistas o partidos menores de vida efímera. 

Primeras elecciones a cuatro. Dos fuerzas, Podemos y Ciudadanos, irrumpen el 20 de diciembre en el coto parlamentario de PP y PSOE, acostumbrados desde las primeras elecciones de la democracia a ser dueños y señores de la vida legislativa, pero que esta vez sufren un brutal retroceso de sus apoyos en las urnas. La incorporación de las formaciones emergentes ocasionó a su vez la pérdida de peso político de los nacionalistas, tradicionales salvavidas de los dos grandes cuando ninguno obtenía la mayoría absoluta. 

El primero declina, el segundo acepta. El rey abrió la preceptiva ronda de contactos con los líderes políticos para designar un candidato a la investidura, como establece la Constitución. Rajoy, líder del partido más votado, declina, Sánchez lo intenta. El líder del PSOE reclama un mes para buscar los votos necesarios y el 24 de febrero alcanza un pacto con Ciudadanos al que no logra incorporar a Podemos, única fórmula que los socialistas estaban dispuestos a explorar. No lo consigue. El rey disuelve las Cortes el 3 de mayo para convocar nuevas elecciones el 26 de junio. Pese al fracaso de Sánchez la legislatura sigue viva, y entre marzo y abril la Cámara baja se convierte en un campo de batalla entre el Ejecutivo y el Legislativo. El Gobierno de Rajoy, en minoría, se niega a someterse al control del Congreso como exige la mayoría opositora. 

Vuelta a las urnas. La noche del 26 de junio el resultado de los comicios apenas difiere del registrado el 20 de diciembre, y la escena legislativa vuelve a tener cuatro grandes actores. La única solución política y matemática viable es el acuerdo de los dos principales, pero los socialistas vetan esa posibilidad. El rey ofrece de nuevo al líder del PP la opción de ser investido y Rajoy, esta vez sí, acepta la propuesta a sabiendas de que va al despeñadero. 

Un voto por Navidad. El pavor de tener que votar el día de Navidad y despertar las iras de millones de ciudadanos contra sus políticos lleva a los partidos a buscar un apaño en la ley electoral para evitar tamaño desatino provocado por las fechas elegidas para la investidura. La reforma pasará su primer trámite este martes en el Congreso y tiene que aprobarse por ambas Cámaras antes de que concluya octubre. Mientras, la Corona, en otro capítulo inédito, se encuentra con su actividad limitada por la interinidad institucional. 

Juan Carlos Hidalgo | EFE

La implosión socialista. Pero lo que ha batido las marcas de lo nunca visto ha sido la crisis en el PSOE. Pedro Sánchez se ha convertido en el primer líder del partido derrocado por sus pares en una conspiración palaciega escenificada en un borrascoso comité federal este 1 de octubre. La excusa fue la postura ante la investidura de Rajoy; el trasfondo, el futuro y el modelo de partido.

Pedro Sánchez 

Una derrota anunciada. Sánchez se presenta el 1 de marzo en el Congreso para pedir la confianza de los diputados. Fracasa en la primera votación y el 4 de marzo tampoco lo consigue. Por primera vez un candidato a la investidura no logra su objetivo.

Mariano Rajoy 

Más cerca, pero idéntico resultado. Tras conseguir 137 diputados el 26J, Rajoy se presenta el 31 de agosto en el debate y pierde la primera votación. El 3 de septiembre fracasa también en la segunda con 180 votos en contra por 170 a favor.

Rajoy comienza a ver la salida del túnel después de trescientos días en funciones

Se cumplían ayer 300 días de Gobierno en funciones y, por primera vez en este tiempo Mariano Rajoy comienza a reconocer el terreno que pisa. El presidente, que antes de los comicios del 20 de diciembre se veía compartiendo Consejo de Ministros con el PSOE, comprobó a finales del 2015 cómo se desmoronaban sus expectativas en un escenario multipartidista en el que el líder de la segunda fuerza pretendía ocupar su puesto al frente del Ejecutivo en alianza con dos nuevos actores, Podemos y Ciudadanos. Pero la caída de Pedro Sánchez y el nombramiento de Javier Fernández al frente de la gestora socialista han resucitado el sueño bipartidista del PP, que ve más cerca que nunca la salida del túnel.

La cada vez más previsible abstención del PSOE podría desbloquear la formación del Gobierno y poner fin a un período de casi un año en el que la gestión del país ha quedado casi paralizada. Un día después de «la celebración de las elecciones generales» del 20D, como establece el artículo 101 de la Constitución, el presidente y su equipo cesaron en sus puestos y siguieron en funciones. Desde entonces, tres ministros han dejado el Ejecutivo y se han puesto en marcha dos legislaturas sin que haya podido tramitarse ninguna ley en el Parlamento, mientras se acumula medio centenar de directivas comunitarias pendientes de ratificación.

Los acontecimientos han quedado así limitados a las estrategias de los partidos con nula política gubernamental y unas Cortes sin poder ejercer su función. Si de media en un año suelen aprobarse 50 proyectos de ley, esa sería la cifra del trabajo que se ha quedado por hacer. Pero, sin duda, la más importante de todas las normas pendientes de tramitación es la de los Presupuestos Generales del Estado.