Sánchez dimite tras ser derrotado por los críticos y deja un PSOE convulso y dividido

Enrique Clemente Navarro
enrique clemente MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

benito ordoñez

Los afines a Susana Díaz se imponen en un comité muy tenso y plagado de reproches

02 oct 2016 . Actualizado a las 09:15 h.

El hasta ahora secretario general del PSOE Pedro Sánchez se vio forzado ayer a dimitir al ser desautorizado por el comité federal después de una maratoniana y muy tensa reunión de más de once horas. El máximo órgano entre congresos se pronunció en contra de su propuesta para celebrar primarias el 23 de octubre y un congreso extraordinario el 12 y 13 de noviembre. El resultado fue de 133 en contra frente a 107 que se manifestaron a favor. Finalmente la votación se realizó a mano alzada, pese a que los fieles a Sánchez querían que fuera secreta e incluso llegaron a colocar una urna en la que se empezó la votación, pero hubo que suspenderla ante la indignación de los críticos.

Sánchez tuvo que arrojar la toalla después de perder la votación, consciente de que, en caso contrario, podía prosperar en un próximo comité federal la moción de censura que pusieron en marcha sus opositores, ya que contaban con la mayoría necesaria. En realidad, el cónclave socialista solo tenía un punto en el orden del día: si Sánchez seguía o no como secretario general. Así lo habían planteado sus oponentes. Para lograr su objetivo, necesitaban que se votara y que el secretario general perdiera para evidenciar que estaba en minoría. A partir de ahí, su renuncia era irremediable. Era imposible seguir resistiendo.

Apoyo leal a la gestora

«Para mí ha sido un orgullo y presento mi dimisión. Ha sido un honor», aseguró Sánchez ante el comité federal tras perder la votación. «Es un orgullo ser militante del PSOE», añadió. Posteriormente, en una comparecencia antes los medios, en la que se mostró sereno y contenido aunque con rostro serio, explicó que cumplía su palabra de dimitir si no prosperaba su propuesta de celebrar un congreso extraordinario que refrendara el no a la investidura de Mariano Rajoy. Sánchez hizo un llamamiento a los militantes y simpatizantes diciéndoles que «hoy más que nunca hay que estar orgulloso de militar en el PSOE» y se comprometió a dar su «apoyo leal» a la gestora que surgiera del «debate que legítimamente están teniendo en el comité federal». No aclaró si seguirá en su escaño y si concurrirá a las primarias del partido. En la calle, los simpatizantes que acudieron a Ferraz para mostrarle su apoyo acogieron su dimisión con gritos a su favor y descalificaciones a Susana Díaz, a la que llamaron «golpista» y «fascista».

Se acababa así el mandato de algo más de dos años del primer secretario general elegido en primarias abiertas por los militantes. Los pésimos resultados electorales en el País Vasco y Galicia fueron el detonante de la ofensiva final de sus rivales internos, encabezados por la presidenta andaluza, Susana Díaz, en alianza con los barones con poder institucional. Sánchez tenía en contra a seis de los siete presidentes autonómicos del partido, a todos los ex secretarios generales y a la mitad de su propia ejecutiva, como quedó de manifiesto tras la dimisión de 17 de sus 35 miembros para forzar su salida. Ayer también se vio que más de la mitad de los miembros del comité federal eran contrarios a su continuidad.

Tensión, esperpento y caos. Esas tres palabras sirven para dar cuenta de lo que se vivió ayer en la sede socialista de Ferraz. Los partidarios de Sánchez y los de Susana Díaz se enfrascaron en el comité federal en una discusión bizantina sobre quiénes debían votar qué y cómo, si a mano alzada, como es la costumbre en estos cónclaves, o en urna. Once horas de enfrentamientos y recesos, en los que no faltaron las descalificaciones personales.

Los críticos exigieron en un primer momento que los miembros de la ejecutiva en funciones no pudieran votar, ya que entendían que ese órgano había quedado disuelto. Aunque luego lo aceptaron, conscientes de que tenían votos suficientes para imponerse. Querían también que se votara la constitución de una gestora siguiendo el dictamen que emitieron los tres componentes del sector crítico de la comisión de ética y garantías, en ausencia de sus otros dos componentes, su presidenta y un vocal afines a Sánchez. También apartaron esa exigencia. Y pretendían que la votación fuera pública. Ahí se salieron con la suya. Los de Sánchez insistieron en que la ejecutiva estaba en funciones y, por tanto, podía participar en las votaciones y se cerraron en banda en que lo único que se podía votar era la propuesta de Sánchez de celebrar un congreso extraordinario en noviembre y previamente unas primarias el 23 de octubre. Su pretensión es que el voto fuera secreto.

Los oficialistas llegaron a colocar una urna, sin ningún control, para que se votara el plan de Sánchez. Los críticos denunciaron lo que estaba pasando con gritos de «pucherazo» y «sinvergüenzas» y se negaron a participar en la votación. Cuando esta ya había empezado, se tuvo que interrumpir ante el escándalo que se desató. La maniobra provocó el rechazo incluso entre algunos defensores de Sánchez.

Pucherazo

Los críticos estallaron tras la decisión unilateral de colocar la urna y comenzaron a recoger firmas para presentar una moción de censura contra Sánchez. José Antonio Pérez Tapias, que participó en las primarias que ganó Sánchez y era partidario de las tesis de este, se ausentó del comité en señal de protesta. «El partido está roto por completo ahora mismo», manifestó.

La mesa del comité federal, con mayoría de seguidores de Sánchez, se negó a admitir las firmas de los críticos para desalojar al secretario general, que paradójicamente estos no reconocían, ya que le consideraban cesado. Al final, se llegó al acuerdo de votar de forma pública la propuesta de Sánchez, lo que provocó su dimisión tras perderla.

El PSOE se sume así en una grave crisis de consecuencias imprevisibles y deberá decidir si se abstiene o no en una posible investidura de Rajoy para facilitar que forme Gobierno y evitar otras elecciones que, tras lo sucedido ayer, podrían ser funestas para un partido dividido y sin tiempo de recuperarse. A partir de ahora una gestora en cabezada por el presidente de Asturias, Javier Fernández, llevará las riendas del partido de forma provisional.