Una desesperada huida hacia adelante

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

Pinto&Chinto

Los críticos solo tienen una bala para frenar el desafío del secretario general: forzarlo a dimitir en el comité federal

27 sep 2016 . Actualizado a las 07:01 h.

Pedro Sánchez tenía diseñado desde mucho antes de que se celebraran las elecciones gallegas y vascas su plan de forzar al comité federal del PSOE a respaldar su decisión de lanzarse a intentar formar Gobierno. Sabiendo que los resultados no iban a ser precisamente buenos, el secretario general socialista tenía ya preparado el discurso de que el PSOE había conseguido ganar de nuevo a las encuestas y había evitado el temido sorpasso en Galicia. Y que después de eso sería una irresponsabilidad no intentar formar un Ejecutivo alternativo al de Rajoy. Sánchez sabía que no tenía posibilidad alguna de gobernar con un pacto a tres con Podemos y Ciudadanos, pero pretendía presentar ese aval a su plan como un voto de confianza del comité federal que le permitiera seguir en el cargo.

Un fuego para apagar otro

Ese plan se vino abajo con estrépito el domingo porque los resultados en Galicia y en el País Vasco fueron mucho peores que los esperados y no dejaban resquicio alguno para el optimismo. Pero, llegados a este punto, a Sánchez no le quedaba otra salida que una huida hacia adelante para no asumir responsabilidades por los pésimos resultados electorales. Apagar ese fuego provocando otro mayor, como es la posibilidad de llevar al PSOE a una guerra interna por el poder a pocos días de que se convoquen unas terceras elecciones.

Pero ¿cómo ha llegado el PSOE hasta aquí? Muchos de los que ayer empezaron a plantar cara en público a Sánchez por primera vez llevan tiempo reconociendo en privado que deberían haber dado ese paso hace mucho para impedir que el secretario general se consolidase. Después de su segunda derrota en las generales, Sánchez tuvo la habilidad de hacer que el debate del comité federal celebrado tras esos comicios se centrara en si debía pactar o no con Podemos, en lugar de en si debía dimitir tras enlazar en apenas seis meses los dos peores resultados históricos del PSOE. En aquel comité federal, el único que levantó la voz para exigir responsabilidades a Sánchez cara a cara fue su exrival en las primarias, el socialista vasco Eduardo Madina.

Fuentes socialistas admiten que ya antes de esa cita hubo movimientos para tratar de apartar a Sánchez de la secretaría general. Pero esa vía que muchos estaban dispuestos a explorar fue finalmente cerrada entre otros por Felipe González, que consideró posible reconducir al secretario general. Y el temor a que Sánchez hiciera lo que finalmente ha hecho, retarles a una batalla abierta ante la militancia, hizo que los críticos, con Susana Díaz a la cabeza, optaran por dejar que fuera él quien cavara su propia tumba. Hoy, todos reconocen que aquello fue un error, porque Sánchez ha llegado demasiado lejos como para dar marcha atrás. Y, además, Rajoy se ha reforzado con el acuerdo con Ciudadanos.

Error estratégico irrecuperable

Quienes estaban y están convencidos de que no se puede gobernar con 85 diputados, porque eso sería quedar a merced de Podemos para todo, estiman que habría sido mejor dejar gobernar a Rajoy en precario con solo 137 escaños, sin pedir nada a cambio, en lugar de haber permitido que el líder del PP cerrara un acuerdo con Ciudadanos. En el primer caso, Rajoy habría tenido que asumir en solitario el desgaste de buscar socios para aplicar los fuertes recortes que exige a España la Unión Europea, mientras que ahora, si el PSOE acaba absteniéndose, Rajoy estaría en una posición más sólida, con un respaldo de 170 escaños.

Nadie se atreve a dar el paso

Pero, llegados aquí, a los críticos solo les queda la bala de frenar en seco este sábado a Sánchez en el comité federal, dejándolo en minoría y forzándolo a dimitir. Una gestora se haría cargo del partido y decidiría si el PSOE se abstiene para que gobierne el PP o convoca unas primarias para elegir a un candidato a las terceras elecciones. Si no lo consiguen, y por tanto el secretario general logra convocar el congreso y las primarias, tendrán ya mucho más difícil parar los planes de Sánchez. Primero, porque un congreso a cara de perro y unas primarias a pocas fechas de las elecciones serían un suicidio. Y, segundo, porque nadie, ni siquiera Susana Díaz, tendría asegurada la victoria ante Sánchez con el voto de una militancia que secunda el no a Rajoy por encima de cualquier otra consideración.