Sinrazones

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ESPAÑA

29 jul 2016 . Actualizado a las 07:31 h.

Esto se parece cada día más al famoso juego de la gallina, versión Rebelde sin causa. Dos duelistas se desafían conduciendo hacia un precipicio. El reto es ser el último en saltar del coche antes de que este se despeñe. Pero en la terca locura de ser más machote que el contrario pueden acabar ambos donde no quieren, precipitándose al abismo, es decir llevándonos a todos a unas nuevas elecciones. Estas cosas ocurren cuando la sinrazón se impone a las razones. Porque es cierto que cada uno puede exhibir argumentos contundentes en defensa de su postura. Para reclamar apoyos parlamentarios, Rajoy se ampara en su condición de candidato más votado y de ser el único que ha mejorado en ese remedo de segunda vuelta que fue el 26J. Sánchez también tiene sus razones para el no: el PSOE es la alternativa y a sus votantes, aquellos a los que representa, les resultaría muy complicado digerir un eventual apoyo al PP.

Pero ninguna razón es absoluta y hasta el más sacrosanto de los derechos debe ser ponderado en función de las circunstancias. Y, como diría Rajoy, las circunstancias son las que son: un país que lleva más de siete meses con un Gobierno en funciones. En consecuencia, lo perentorio es poner en marcha la maquinaria que permita afrontar y resolver los problemas que se van acumulando. El PSOE debe mirar por encima de la muralla y, dado que aparentemente no se plantea una alternativa con Podemos, dejar gobernar a otros. Porque, en la coyuntura actual, permitir un Gobierno del PP no es sinónimo de apoyarlo. Esa es una falacia. Pero hay otra: la de que Rajoy tiene derecho a gobernar por ser la fuerza más votada. En un régimen parlamentario eso es falso. Debe ganarse los apoyos que le faltan con esfuerzo negociador y cesiones. Hasta ahora no ha hecho nada digno de tal consideración. Pero ahora deberá al menos intentarlo. Porque su habitual ambigüedad le ha jugado una mala pasada y se ha metido en su propia ratonera. Políticamente, está obligado a negociar; y constitucionalmente, a intentar la investidura. No hacerlo sería la mayor de las sinrazones.