Sánchez trata de aplacar recelos en el PSOE y promete que no gobernará a «cualquier precio»

Paula de las Heras MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Chema Moya | EFE

El líder socialista afirma que solo formará Ejecutivo si es para aplicar su programa «socialdemócrata y reformista»

07 oct 2015 . Actualizado a las 07:57 h.

«No seré presidente a cualquier precio», prometió ayer Pedro Sánchez. Apenas quedan dos meses y medio para las elecciones generales y al secretario general del PSOE se le ha empezado a revolver el patio, justo cuando más ordenado creía tenerlo. Desde hace semanas, quizá meses, se ha instalado en su partido un debate que dice mucho del escepticismo de sus principales cuadros sobre las posibilidades de una victoria electoral: el de si Sánchez debería decir, como hizo José Luis Rodríguez Zapatero en el 2004, que solo gobernará si saca un voto más que Mariano Rajoy. De forma implícita, el joven dirigente madrileño les dio la respuesta: «No».

En el entorno más próximo al líder de la oposición sostienen que la exigencia de renunciar de antemano a formar gobierno si el PSOE no es primera fuerza política en las generales del 20 de diciembre responde -amén de a intereses espurios por parte de quienes esperan, con Susana Díaz a la cabeza, que pasen los comicios para descabalgar a Sánchez del poder- a una lógica de otros tiempos, cuando en España existía un bipartidismo casi perfecto. Ahora, argumentó la número dos de la candidatura del PSOE, Meritxell Batet, el escenario es distinto, no cabe pensar en mayorías absolutas y los parlamentos son «mucho más plurales y equilibrados».

Los críticos con el secretario general se amparan, por un lado, en un argumento puramente estratégico y, por otro, en la necesaria responsabilidad institucional. Dicen, con las encuestas y los resultados de las últimas elecciones en la mano, que el PSOE debe hacer algo para crecer, que no puede conformarse simplemente con «salvar los muebles», como ocurrió en las catalanas del 27S o en las municipales y autonómicas de mayo, y que solo si es claro y rotundo en el mensaje de que no liderará una coalición de perdedores podrá evitar que el PP aglutine el voto útil o el voto del miedo.

No a la sopa de siglas

Sánchez aceptó pues dar su brazo a torcer, pero solo a medias porque, en el fondo, no se apea de su postura. El líder socialista aseguró en una entrevista en la Cope que no está dispuesto a «cualquier cosa» para ser presidente del Gobierno y que solo formará Ejecutivo si es para aplicar su programa «socialdemócrata y reformista», es decir, que renuncia a hacer una sopa de siglas para desbancar a Rajoy del poder. También admitió que es a la primera fuerza política a la que corresponde intentar formar gobierno, pero ahí frenó la disertación. Lo que calló es que si la primera fuerza política no logra mayoría suficiente para la investidura, la segunda estaría, a su juicio, legitimada para dar el paso.

En realidad, incluso los más afines a Sánchez convienen en que esta parte del silogismo estaría en función de la distancia que separe al primero del segundo. Vaya por delante que, en sus conversaciones privadas, Sánchez sostiene, en contra de la inmensa mayoría de los dirigentes del PSOE, que serán primera fuerza. Pero, en todo caso, sus principales asesores apuntan que solo debería tratar de llegar a la Moncloa si le bastara con otra fuerza política para lograrlo. «Que los tripartitos -dicen- ya sabemos a qué tipo de gestión imposible conducen».

En un escenario en el que el PSOE quedara por debajo de los cien escaños (ahora parte de los 110 que le dejó Alfredo Pérez Rubalcaba tras la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero) el hoy líder de la oposición tendría difícil no solo gobernar sino, como admiten incluso los líderes territoriales que más leales se han mostrado a su figura desde que ganara el congreso extraordinario del 2014, permanecer al frente del partido, como, según ha dejado claro, es su intención pase lo que pase el 20 de diciembre.