Vaya lío: hay dos Cataluñas y más de un Madrid

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

Las torpezas de procesar a Mas y la última semana con cañonazos groseros les gustará a algunos madrileños, pero otros se avergüenzan y un tercer grupo cree que hace falta alguien con menos torpeza al timón

04 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

No será fácil entenderse, porque España no es solo un Estado heterogéneo con 17 autonomías. Después del 27S sabemos con datos precisos que no hay una sola Cataluña sino dos de peso similar, la independentista y la que no quiere separarse de España. Y queda claro que no hay un solo Madrid sino varios, porque las torpezas de procesar a Artur Mas, regalando un mártir a la causa, y la última semana de campaña con cañonazos groseros -«que viene el corralito», «que nos llevamos la sedes bancarias», etcétera- le gustará a algunos, pero en Madrid otros se avergüenzan y un tercer grupo cree que para salir de esto es urgente encontrar alguien con menos torpeza al timón. Así que tenemos, por lo menos, dos Cataluñas y varios Madrid.

Y, mientras, lo importante está por hacer. Por ejemplo, la inclusión de la ciencia y la investigación en los programas electorales ante las elecciones navideñas del 20 de diciembre. Un grupo de científicos le dijo a los representantes políticos el pasado miércoles, en un vibrante cara a cara organizado por Sociedad Civil por el Debate: «No es que investiguen los países que son ricos, sino que solo consiguen ser ricos aquellos que investigan». O el alegato del presidente de los Jóvenes Investigadores Precarios: «Antes éramos la generación mejor preparada y ahora somos la generación regalada». Regalada a otros países, se entiende. Clarividente la denuncia del diputado de UPyD Carlos Martínez Gorriarán: «La ciencia no está en los programas de los partidos porque no da votos». Acabáramos. Lo que da votos, sobre todo a los extremos del arco parlamentario, es la confrontación, ya sea identitaria, fáctica o social. Y, sin embargo, la investigación es vital para progresar y para construir el nuevo modelo productivo que se necesita para salir de la crisis y amortiguar la dureza de las que vengan.

En la noche electoral, Artur Mas tiró del tópico: «Ha ganado Cataluña». El exeurodiputado de Convergència Ignasi Guardans exclamó: «Me siento ofendido, porque yo soy catalán y no he ganado, sino que he perdido». Si Antonio Machado resucitara igual adaptaba lo de «españolito que vienes al mundo te guarde Dios; una de las dos Españas ha de helarte el corazón». El Roto se debió inspirar en esa afirmación cuando dibujó a una pareja con un bebé en brazos con esta leyenda: «Tiene la doble nacionalidad, español y antiespañol. Queremos lo mejor para él».

El embrollo catalán, que ha conseguido que hablen de ello con preocupación el resto de España y algunas cancillerías europeas, se sitúa ahora en la formación de gobierno. Mas parece camino de su casa, salvo que compre el programa de las CUP, que solo propone salir de inmediato de la UE, de la OTAN y del euro, renacionalizar lo privatizado, semana laboral de treinta horas y alguna cosilla más de esas que estremecen a la burguesía catalana, hasta ahora acomodada en la CDC de Pujol, y que duerme mal desde hace días. Los partidarios de dialogar y de encontrar una tercera vía de acuerdo, en Cataluña y en Madrid, están a la espera de que se formen los dos gobiernos, el que saldrá de las urnas el 27 de septiembre, porque algo acabará saliendo, y el que nazca de las generales del 20 de diciembre, o sea, del otro embrollo.

Las encuestas solo coinciden en que puede pasar cualquier cosa. La tendencia lleva a creer hoy que el PP puede ganar, aunque sea por poco, si logra movilizar a su electorado disgustado que se quedó en casa en las municipales. Y siempre si el fenómeno Ciudadanos no se dispara en España. Albert Rivera, enardecido, resalta que «cada vez que se abren las urnas tenemos más votos», pero parece improbable que sus resultados catalanes se proyecten al resto de España arrollando al bipartidismo, con esa intensidad que cambió el color del tradicional cinturón rojo de Barcelona por el naranja de su formación. Entretanto, Pedro Sánchez mueve pieza y dibuja una candidatura «federal» por Madrid, colocando a Meritxell Batet, una profesora de Constitucional del PSC, excelente diputada, como número dos por Madrid. Es un gesto interesante hacia Cataluña en línea con lo apuntado por Antón Costas, presidente del Círculo de Economía: «Hoy hace falta más coraje para ser moderado que para ser radical». Desde luego.