El PSOE achaca al «nerviosismo» del PP sus acusaciones de radicalismo

Colpisa

ESPAÑA

ABEL ALONSO | EFE

Los socialistas consideran a los populares «un partido en descomposición»

07 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El PSOE va a ignorar los duros ataques de Mariano Rajoy, que el viernes llegó a tildar a Pedro Sánchez de «antidemócrata sectario» y al partido que dirige de «izquierda radical», y mantendrá sus conversaciones con otras siglas de izquierda para pactar la formación de gobiernos de «progreso» en numerosas comunidades y ciudades donde el PP fue primera fuerza en las elecciones del 24 de mayo.

Y lo va hacer, según César Luena, el secretario de Organización y número dos del partido, porque, le guste o no al Gobierno o al PP, los socialistas consideran que así lo han querido los ciudadanos, que en esas localidades y regiones han emitido un voto «plural» que reclama cambio de políticas, regeneración institucional y un entendimiento entre diferentes para lograrlo.

El PSOE entiende que las gruesas palabras de Rajoy y de su número dos en el Ejecutivo, Soraya Sáenz de Santamaría, y el hecho de que les diese igual atacar a un partido político desde la Moncloa, tanto en la rueda de prensa del Consejo de Ministros como en la comparecencia junto al presidente marroquí, al término de la cumbre bilateral, solo denota «nerviosismo» y la necesidad de «una actuación a la desesperada» porque el partido que les nombró, el PP, está «noqueado» y desaparecido por el castigo recibido.

Arrebato verbal

Luena juzgó el arrebato verbal de Rajoy y de Sáenz de Santamaría y la bronca al PSOE, que ayer continuó otro ministro, el titular de Justicia, Rafael Catalá, como un intento de rescate desde el Ejecutivo a su partido, porque lo ven «hundido, en retirada y en descomposición». No tiene duda de que las dos personas más relevantes del Gobierno no tuvieron pudor en usar los cauces de representación institucional para atacar a Pedro Sánchez y a los socialistas porque no hay nadie en el PP que hable, capaz de defenderse. Ve a todos, cúpula y barones, ocupados con otras cosas, «pegándose para ver quien releva a Dolores de Cospedal» o abandonando sus responsabilidades..

Luena también rechazó las dos principales acusaciones al PSOE, que actúe de forma antidemocrática por estar dispuesto a pactar con todos menos con el PP o que vaya a generar inestabilidad y riesgo para el país por sus posibles acuerdos.

Un escenario de gobiernos en minoría en ayuntamientos y comunidades

Las legislaturas autonómicas que se avecinan se van a caracterizar por los gobiernos en minoría. Ni Podemos está dispuesto a entrar en gobiernos que presidan los socialistas ni Ciudadanos quiere tener carteras en ejecutivos del PP. Con este planteamiento las coaliciones gubernamentales van a ser difíciles de ver. Una de ellas puede ser la de Canarias, donde nacionalistas y socialistas están dispuestos a repetir la experiencia, exitosa en términos electorales para ambos, de los últimos cuatro años.

No es una buena noticia para la estabilidad política porque los gobiernos unipartidarios en minoría son los más inestables. Pablo Simón, miembro del colectivo Politikon, recuerda que su duración media no llega a los tres años y suelen conducir a elecciones anticipadas, máxime ahora que casi todas las comunidades tienen esa potestad tras la reforma de sus estatutos de autonomía. El profesor de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona, Josep María Reniu aconseja para estos casos la firma de «un acuerdo escrito y público» con el objetivo «de garantizar la supervivencia (del acuerdo) durante toda la legislatura».

En cambio, los ejecutivos formados por coaliciones mayoritarias superan los tres años de vida y son la fórmula más estable cuando hay un entorno político fragmentado sin mayoría absoluta. Pero no parece que en esta oportunidad vayan a ir por ahí los tiros. La proximidad de las elecciones generales juega en contra de esta alternativa porque ningún partido quiere desempeñar el papel secundario y llevar el sambenito de la subordinación a otro, una circunstancia casi siempre castigada en las urnas.

Pactos de perdedores

La ausencia de coaliciones traerá aparejada también el final de la costumbre de repartir los ejecutivos en función de las consejerías o de las cuotas presupuestarias. Un sistema muy utilizado en la historia de los pactos poselectorales autonómicos o municipales, y que daba pie a los reinos de taifas dentro de un mismo equipo y que ha sido fuente de prácticas corruptas.

Todas las fuerzas políticas prometen ahora sellar acuerdos sobre bases programáticas y desdeñan las sillas y las cuotas de poder. Se habla de la nueva etapa, los emergentes añaden el concepto de la nueva política, pero los prolegómenos son tan clásicos como siempre. Reuniones secretas, opacidad sobre lo tratado y, por ende, la sospecha de pactos inconfesables.

Nuevos pactos con actores nuevos

«Los pactos se alcanzarán en el último minuto». El pronóstico es de José Luis Rodríguez Zapatero hace unos días. Hasta que se sustancien, añadía, habrá momentos en que parecerá que todo se va a ir por la borda o que está a punto de caramelo para volverse a romper. Es una historia tan vieja como la política porque es inherente a ella. Antes de las elecciones se hacían augurios dramáticos, incluso catastrofistas, con la «nueva etapa» que se iba a abrir ante la obligatoriedad de llegar a acuerdos.

De nueva, nada; la historia autonómica de España está plagada de alianzas y coaliciones. De los 193 gobiernos que se han constituido desde 1980 hasta ahora, 75 han sido de coalición, casi el 40 %. Pero sí es distinta porque se han incorporados dos elementos que antes no entraban en juego: los nuevos actores políticos y la gran cantidad de pactos que hay que trenzar ante la inexistencia de mayorías absolutas.

Las fuerzas políticas sienten estos días el vértigo del que transita por un territorio desconocido. El PP se ha acostumbrado en los últimos años a gobernar con mayorías absolutas, tanto en las comunidades como en los consistorios, y en los contados casos que ha tenido que pactar lo ha hecho con fuerzas de corte regional que de ninguna manera se planteaban arrebatar a los populares la hegemonía en el mundo conservador. El PSOE tiene más práctica en pergeñar alianzas territoriales y municipales por su tendencia electoral decreciente de los últimos tiempos. Esta diferencia no implica que los socialistas sean más pactistas y los populares, menos.

Estrecho margen

Con los datos del Observatorio de los Gobiernos de Coalición en España, se puede comprobar que en los últimos 35 años el PSOE ha participado en 28 ejecutivos autonómicos pluripartidistas y el PP en 24. Una diferencia corta.

Con la irrupción en escena de Podemos y Ciudadanos el tablero ha saltado por los aires. Ambas formaciones quieren disputar a los dos grandes sus respectivos espacios ideológicos, y en las elecciones del 24 de mayo dieron un buen zarpazo que ha hecho que populares y socialistas se hayan replanteado las cosas. Ahora, tanto la formación morada como la naranja se enfrentan al reto de asumir la responsabilidad que les han dado los ciudadanos y gestionar ese capital político o reservarse con la mirada puesta en las elecciones generales. Si no se implican a fondo en la negociación autonómica y municipal «pueden cometer un tremendo error al no ejercer su capacidad de influencia», advierte Josep María Reniu, autor de Los gobiernos de coalición de las comunidades autónomas españolas.

Esa situación se da ahora mismo en Andalucía, abunda el politólogo y profesor universitario Pablo Simón, donde existe un bloqueo porque los partidos que lideran Pablo Iglesias y Albert Rivera subordinan su actuación a las perspectivas para los comicios legislativos de fin de año o a los acuerdos en otros territorios y ayuntamientos Ese comportamiento no es solo atribuible a los nuevos partidos. PP y PSOE también practican el quid pro quo, de forma que la estrategia en una comunidad está encadenada a lo que ocurra en otras partes. El escenario, afirma Reniu, es «multidimensional» con efectos colaterales, un panorama que va a dificultar los acuerdos hasta el último instante.