La gran catarsis y el gurú

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ESPAÑA

01 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En momentos de crisis, la política desborda sus escenarios habituales y se echa a la calle. Esta vuelta a los orígenes es un arma de doble filo. De un lado, devuelve la voz a los verdaderos protagonistas de una democracia, los ciudadanos. Pero, por otro, corre el riesgo de reducir la política a un mero juego de emociones. La catarsis está bien como método terapéutico para hacer aflorar sentimientos dolorosos, pero no es suficiente para resolver los problemas colectivos. La manifestación de ayer fue la expresión de la rabia acumulada durante años y del ansia de cambio que se ha instalado en la sociedad. Porque para la mayoría, para la amplísima mayoría de los españoles, la crisis no es una cuestión de cifras, sino de estómago. Porque lo que para algunos es un ligero empeoramiento, para la mayoría es un hundimiento en sus condiciones de vida que los acerca a la penuria y para otros muchos es directamente la miseria. Y a quienes lo pasan mal cada día, de nada le sirven los juegos florales con los indicadores económicos ni los augurios de un futuro algo mejor. Porque es un futuro indefinido y porque está harto de promesas incumplidas. Pero si malo es quebrantar promesas, no lo es menos no proponer nada y simplemente aprovecharse del caudal de indignación, del anhelo de un tiempo nuevo, para hacer creer que el paraíso llegará solo con desearlo. En ese ejercicio de catarsis colectiva que se vivió ayer en Sol, Pablo Iglesias fue el gurú que se limitó a recitar lo que los demás querían oír. El deseo de cambio no justifica hacer tabla rasa del pasado ni puede ser un cheque en blanco para hacer cualquier cosa en el futuro. Eso no es democracia. Democracia es hacer propuestas y debatirlas. Pero de momento hay poco de eso y mucho de demagogia.