El mesías que lleva al abismo

ESPAÑA

26 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

NEn la frontera

o hay nada peor en política que ir con anteojeras y sacrificarlo todo a una idea. Si las obsesiones nunca son buenas, cuando alguien las convierte en causa colectiva son peligrosísimas. No hay ningún ejemplo en la historia en el que el mesianismo no haya acabado en tragedia. Artur Mas llegó a estar políticamente moribundo. El 9-N lo hizo revivir y ahora, envuelto en la estelada, convertido en mártir de la causa por culpa de una querella a la desesperada, intenta erigirse en el mesías de una Cataluña independiente. Hay que reconocerle el valor de la resurrección y de haber arrebatado a Oriol Junqueras sus propias señas de identidad. Porque ayer lo puso a los pies de los caballos: o acepta la lista independentista unitaria, y Mas gana; o la rechaza, y Mas también gana. Lo terrible es que para conseguir el liderazgo de los soberanistas haya pisoteado la ley y ahora esté dispuesto a sacrificar siglos de convivencia, entre los catalanes y con el resto de España.

Porque la primera consecuencia de la hoja de ruta que trazó ayer será polarizar la sociedad y exacerbar los ánimos en un intento de enturbiar las aguas para después pescar en río revuelto. Es la única forma que tiene en su propósito de dar la vuelta a lo que los catalanes dejaron claro el pasado día 9: que los partidarios de la independencia son minoría. Desgraciadamente, en su loca huida hacia adelante ha echado a rodar una bola de nieve que amenaza con arrasarlo todo. Y esto tiene que tenerlo muy presente Rajoy. Porque de poco sirve ya inhabilitar a Mas. Al margen de que él esté o no en una lista electoral, ha puesto en circulación la idea de que la independencia es posible. Y la única forma de combatir una idea es con otra idea mucho más poderosa. Es el momento de la razón y de la persuasión. Es la hora de la política, de la política de altura. No se puede demorar más, porque mañana ya puede ser demasiado tarde para dar marcha atrás a una situación a la que nunca deberíamos haber llegado.