Dirigentes del PP señalan a Rajoy como el «problema» de la formación

n. v. CÁCERES / COLPISA

ESPAÑA

Los críticos dentro de la formación, empiezan a moverse y a extender su inquietud en las filas populares

09 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

El partido de estructuras férreas y modos disciplinados se tambalea. La corrupción acucia al PP y las prácticas poco éticas sostenidas durante años ya no encajan en una sociedad que exige cambio. Son conscientes los dirigentes populares de que tendrán que enfrentarse a un año electoral que amenaza con culminar en catástrofe. Por eso, los «anónimos», como los llamó María Dolores de Cospedal, los críticos dentro de la formación, empiezan a moverse y a extender su inquietud en las filas populares. Casi siempre en privado. Pero hay quienes ya señalan que en un partido de liderazgo endeble «el problema es Mariano Rajoy».

Porque el PP es a día de hoy como un avión que entra en barrena, que sufre la falta de velocidad mínima para sostenerse en el aire. Y esa velocidad es la que, a juicio de muchos populares, debería garantizar la cabeza del partido. Por eso, cargos públicos de la formación reclaman cambios en la cúpula.

Quienes conocen el carácter del jefe del Ejecutivo descartan, sin embargo, que a un año de las elecciones generales Rajoy vaya a emprender una revolución interna. Se conforman con que se refuerce la dirección con nuevas caras y pesos pesados que sean capaces de manejar de manera rotunda los escándalos y transmitir la imagen de firmeza ante la corrupción.

Varios dirigentes populares coinciden en que la actual secretaria general es incapaz de realizar ese papel y consideran que el presidente del PP no toma las riendas. Ven a Cospedal «lastrada» por la gestión del caso Bárcenas. Por cuando la número dos llegó a defender una «indemnización en diferido» para justificar el prorrateo del finiquito al extesorero.

No ha sido la única falla en la comunicación del partido. En el PP se llevaron las manos a la cabeza al escuchar a Cospedal esta semana asegurando que se «ha hecho todo lo que se podía» frente a la corrupción. «Génova no existe», lamentan las mismas fuentes. El diagnóstico interno es preocupante para los populares, que perciben al partido débil, con síntomas de colapso, y con los barones autonómicos inmersos en sus propias batallas a seis meses de enfrentarse a las urnas. Es, sin duda, el peor momento que ha vivido la formación desde que fue fundada en 1989.

Gobierno y partido

En 1996, cuando el PP alcanza al poder, Aznar es primus inter pares, el primero de un grupo de colaboradores que se reconocen iguales en capacidad política e intelectual: Francisco Álvarez-Cascos, Rodrigo Rato, Javier Arenas o Jaime Mayor Oreja. Entre ellos dirigían el Ejecutivo y el PP.

En el 2004, con Mariano Rajoy elegido sucesor, la fortaleza de la formación se daba por hecha. No necesitaban, explican colaboradores de Aznar, a un líder carismático, si no a alguien moderado que contrarrestara la dureza excesiva del expresidente del Gobierno. Pero el PP tuvo que resistir dos derrotas electorales consecutivas. La primera, tras la gestión de los atentados del 11-M. Pese al desgaste acusado, Rajoy consiguió hacerse con el partido en un complicado congreso, el del 2008, en el que algunos trataban de moverle la silla. Pero él formó su equipo y lo reafirmó, tres años después: Soraya Sáenz de Santamaría como su mano derecha en el Gobierno y a María Dolores de Cospedal, en el partido. Por todos es conocida la escasa conexión entre ambas. Hoy, la forma de funcionar del Gobierno, al margen del partido, sumada a la falta de vigor en la dirección del PP, ponen en peligro el respaldo que los populares obtuvieron en pasados comicios.