Lo dijo ayer Artur Mas: el consenso es como la porcelana fina, hay que tratarla con mimo para no romperla. Ocurre que él la ha manejado con garras de oso. Si hubiera cuidado el pacto constitucional con la misma delicadeza con la que intenta conservar el acuerdo soberanista probablemente la historia sería muy distinta y no estaríamos ahora al borde del precipicio que él mismo denuncia. Porque si fuera cierto, como dice, que se ha quebrado el consenso constitucional, nadie ha llegado más lejos que él en esa ruptura. No cabe cinismo mayor que atribuir a otros la responsabilidad de lo que uno hace. Ni mayor hipocresía que vender como bueno para España aquello que los españoles rechazan. Ni mayor engaño que mixtificar la historia y la realidad. La Guerra de Sucesión no fue de Cataluña contra España, sino de una dinastía contra otra por heredar la corona. Y Escocia no es ejemplo para justificar el referendo. Por muchas razones, pero una muy elemental: los escoceses han logrado un pacto interno que Mas ha sido incapaz de forjar entre los catalanes.