Suárez y el alzheimer, del olvido a la absoluta postración

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

El expresidente siguió una evolución similar a la de los más de 30.000 gallegos que sufren una enfermedad en la que ha aumentado la supervivencia

22 mar 2014 . Actualizado a las 12:39 h.

«Mi padre no recuerda que fue presidente». Cuando Adolfo Suárez Illana anunció en el 2005 que su padre tenía alzhéimer, enfermedad que le habían diagnosticado dos años antes, lo hizo con una frase demoledora que, en realidad, reproduce el curso lógico de la patología. Se manifiesta con desorientación, pequeños olvidos y la pérdida de la memoria a corto plazo. Los entre 30.000 y 40.000 pacientes que sufren el mal en Galicia pueden rememorar hasta los más pequeños detalles de su infancia, pero son incapaces de recordar lo que han hecho hace unos minutos. No reconocen ni a sus parientes más cercanos. A partir de ahí la pérdida de neuronas es progresiva y afecta a todas las funciones vitales. «Todo lleva a la inevitable situación final de encamamiento y dependencia», resume la neuróloga María Jesús Sobrido. Y en todo este proceso, que puede durar una década o más, el afectado pierde el protagonismo de su vida. «Sin duda es una de las enfermedades más duras, aunque el paciente está bastante protegido porque no tiene la conciencia de la enfermedad. Es la familia la que acaba destrozada», explica José Marey, responsable de la unidad de trastornos cognitivos del servicio de neurología del Complejo Hospitalario Universitario A Coruña (CHUAC).

¿Cómo evoluciona la enfermedad?

La desorientación, la pérdida de equilibrio, de memoria a corto plazo son los primeros síntomas, a los que le siguen la pérdida de la capacidad del lenguaje, del razonamiento o del habla. El enfermo ve afectada su movilidad y empieza por tener dificultades para hacer operaciones cotidianas complejas para luego no poder realizar las más sencillas, como vestirse, asearse, atarse los zapatos e incluso comer. «No saben ni cómo se utilizan los cubiertos y luego también hay que ayudarlos a comer», apunta José Manuel Aldrey, responsable de la unidad de neurología cognitiva del CHUS de Santiago. Los pacientes evolucionan de forma distinta. En unos el deterioro es más rápido que en otros, pero en todos los casos el resultado es el mismo. «La degeneración -subraya Aldrey- siempre es progresiva y el paciente siempre está peor un año después que un año antes».

¿Se muere de alzhéimer?

«Más que morir de alzhéimer, te mueres con el alzhéimer», indica María Jesús Sobrido. Lo normal es que el enfermo se acabe muriendo de otras patologías, como de una neumonía en el caso de Adolfo Suárez, en las que la situación de indefensión provocada por el alzhéimer los hace mucho más débiles.

¿Ha mejorado la expectativa de vida?

Sí, pero no solo por la medicación, ya que los fármacos no curan, sino que se centran en atacar los síntomas y en el mejor de los casos solo retrasan en un año el desarrollo de la patología, sino por las terapias de apoyo que mejoran su calidad de vida, como la psicoestimulación cognitiva y conductual, la musicoterapia, la logopedia o la fisioterapia. «Las terapias complementarias son fundamentales y hay que reclamar más personal gerontológico de apoyo en las residencias de mayores», destaca María Jesús Sobrido, responsable de la unidad de neurogenética en la Fundación Pública Galega de Xenómica.

¿Cuál es la supervivencia media?

Después del diagnóstico, ahora se sitúa en torno a diez o doce años, cuando hace unos años era solo de seis o siete. Pero suele ocurrir que una persona puede estar con la enfermedad, incluso sin que se manifiesten los síntomas, hasta diez o veinte años antes del diagnóstico.

¿Cuál es la clave para el tratamiento?

A día de hoy no hay ningún fármaco que cure o frene la enfermedad. El mejor enfoque para abordar la patología es el diagnóstico precoz, a partir del cual los tratamientos también son más eficaces. «Hemos mejorado mucho en el diagnóstico, que es más precoz y preciso», resalta José Marey.