El Gobierno abandona la teoría de la conspiración en el 11-M, pero el PP no

Melchor Saiz-Pardo MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Mantiene la alerta porque hay «riesgo probable» de atentados yihadistas

11 mar 2014 . Actualizado a las 10:42 h.

Nunca antes, y con tanta claridad, el Gobierno del PP había admitido que la teoría de la conspiración que apuntaba a que ETA estaba detrás de los atentados del 11-M no tiene ninguna base. Ayer lo hizo el ministro del Interior. «Honestamente, hay que reconocer que no se ha podido acreditar vinculación alguna entre ETA y los autores materiales del atentado», dijo Jorge Fernández Díaz, quien admitió que los terroristas de la matanza, «básicamente, aunque no todos», fueron los activistas que se suicidaron en Leganés el 3 de abril del 2004.

El titular de Interior luego apuntó que la «verdad judicial» no es la «verdad absoluta» e intentó justificar la posición del Ejecutivo de Aznar entonces porque «inicialmente todo el mundo pensó que había sido ETA». La contundencia de Fernández al desmarcarse de la teoría de la conspiración contrastó con algunas de las voces más cualificadas del PP, que insistieron en mantener viva esa hipótesis. Sobre todo su secretaria general, María Dolores de Cospedal, quien dijo que no «hay que cerrar nunca la puerta a nada» y que «cualquier luz (sobre los atentados) que se pueda ir añadiendo siempre va a ser bueno». «Lo mejor es conocer toda la verdad y cualquier dato será bien recibido», apuntó la número dos de los populares. El presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, también se sumó a no dar por «enterrada» la teoría de la conspiración. Hay, dijo, «distintos puntos de vista» sobre esa cuestión, pero lo importante es conocer «quién hizo aquel atentado tan salvaje».

Magrebíes y «lobos solitarios»

Sea como sea, el Ministerio del Interior cree que España sigue «sin duda» en el «punto de mira» del yihadismo internacional y mantiene en el nivel 2 (de una escala de cuatro) la alerta antiterrorista por considerar que hay un «riesgo probable» de un atentado de corte islamista en territorio nacional. Los muyahidines retornados de zonas de combate, la franquicia magrebí de Al Qaida (el AQMI), los lobos solitarios y la infiltración de radicales en colonias musulmanas en la Península y, sobre todo, en Ceuta y Melilla son los principales quebraderos de cabeza de las fuerzas de seguridad una década después de la matanza de los trenes.

El propio titular de Interior desveló ayer que el Centro Nacional de Coordinación Antiterrorista (CNCA) mantiene inalterada en los «últimos dos años» el nivel de alerta por considerar que la amenaza de los yihadistas sigue «siendo alta». El nivel 2 actual se denomina «alto» y se activa si existe un riesgo «probable» de ataque. El nivel «muy alto» se activa ante una amenaza «altamente probable» de atentado terrorista, y solo llega al «extremo» si la amenaza es de una acción violenta «inminente».

«No somos los únicos, pero estamos en el punto de mira», explicó Jorge Fernández Díaz, quien recordó que Al Ándalus, que el yihadismo violento identifica no solo con Andalucía sino con toda España, sigue siendo una constante en las proclamas y reivindicaciones de Al Qaida y de su más cercana e inquietante filial, el AQMI, con fuerte implantación en el norte de África. La preocupación sobre la actividad del AQMI es tal que el Centro Nacional de Inteligencia ha convertido a este grupo en una de sus principales obsesiones.

Otro de las amenazas que quita el sueño desde hace un año es la posibilidad de un atentado a manos de los lobos solitarios, los islamistas que actúan de forma independiente inspirados por la doctrina de Al Qaida, pero sin contactos con estructura alguna y sin órdenes directas. En este grupo, preocupa particularmente la figura de los yihadistas retornados, integrados desde hace años en España que, tras su paso temporal por escenarios bélicos -como Siria, por ejemplo- deciden volver a su casa para llevar a cabo su particular «guerra santa».