La infanta se escuda en su esposo

Melchor saiz-Pardo PALMA DE MALLORCA / COLPISA

ESPAÑA

BALLESTEROS

Cristina, que no se salió del guion en seis horas de declaración, se amparó en que hacía lo que le pedía Urdangarin porque confiaba en él y el resto lo desconocía o no lo recordaba

09 feb 2014 . Actualizado a las 17:16 h.

Una roca. Sin perder casi nunca la compostura. Centenares de preguntas sin respuestas contradictorias. Pero muchas evasivas. Demasiadas respuestas vagas que no despejan la duda de si el interrogatorio servirá para que el juez levante la imputación de la hija del rey. «No lo sé», «no me consta», «no recuerdo», «puede ser»... Y sobre todo, una y otra vez como si de un mantra se tratara, la infanta Cristina se refugió en que toda la culpa de las irregularidades fiscales corresponde a Iñaki Urdangarin, aun a pesar de dejar a su esposo en una situación procesal todavía más delicada de la que ya se encontraba. «Yo confiaba en mi marido», fue la argumentación recurrente de la hija del rey cuando el magistrado José Castro, que llevó el peso de la exhaustiva y larguísima declaración, le preguntó por qué es la copropietaria de Aizoon, la empresa que durante años engañó al fisco y presuntamente se usó para blanquear dinero. «Mi marido me aconsejó tomar ese 50 % y yo lo hice. Confío en él». Y vuelta a empezar.

Gastos personales

Lo desconocía. A pesar de la dureza del interrogatorio de seis horas y media al que le sometieron el juez, el fiscal Pedro Horrach y la abogada del Estado, Cristina de Borbón no flaqueó y se mantuvo firme en su táctica de presentarse como una completa ignorante de la economía familiar y más aún de los negocios de su cónyuge. Ni siquiera admitió saber que durante años la pareja había endosado infinidad de gastos personales como inversiones de empresa y que esos viajes, fiestas familiares y compras para los niños por valor de 262.120 euros no salían del bolsillo del matrimonio sino de Aizoon. Cuando el magistrado, de manera machacona, fue mostrándole una a una las facturas de esos gastos -hasta 50 documentos, incluida la compra de los libros de Harry Potter o los tiques de párking- la infanta se limitó a decir que desconocía por completo que eso hubiera ocurrido.

Incluso que jamás supo que la tarjeta Visa Oro a nombre de Aizoon que usó regularmente durante ocho años fuera a cuenta de la empresa. Arguyó que ella tiene tres o cuatro tarjetas y usó también esa porque así se lo indicó su esposo.

Aizoon

No sabía lo que era. Su supuesto desconocimiento sobre Aizoon, la inmobiliaria que a la postre la ha llevado a la imputación por fraude y blanqueo, era tal que, según su testimonio, jamás supo cuál era en realidad su objeto social; que nunca le constó a qué se dedicaba... Es más, dijo que solo ahora ha sabido que esa compañía tenía la sede social en su propia casa, en el palacete de Pedralbes. Mansión cuya reforma también fue pagada en buena parte, 436.703 euros, con el dinero que salía de la firma a la que fueron a parar cerca de un millón de euros de dinero público desviado desde Nóos. También eso, que las obras en su casa no las pagaba de su bolsillo, dijo desconocerlo.

Para ella, Aizoon no era más que la empresa que creó su marido para su «desarrollo» profesional una vez que dejó el deporte y acabó sus estudios en Esade, pero que nunca se interesó, más allá de ser socia.

La táctica de la infanta, con la ayuda final de las preguntas de su defensa, ya que se negó a contestar a las acusaciones populares y particulares, fue presentarse como una persona especialmente atareada, que en modo alguno podía controlar o saber todo lo que hacía su marido en la inmobiliaria fantasma. Sus abogados incidieron en su condición de madre con cuatro hijos, infanta -la hija del rey dijo que tenía más de cien actos oficiales anuales-, ama de casa y trabajadora en La Caixa.

Nóos

Supo del aviso del rey. Aunque su papel en el Instituto Nóos como vocal de la fundación sin ánimo de lucro que se llevó seis millones de euros de dinero de las Administraciones balear y valenciana no era el objeto de la imputación, el juez no quiso dejar pasar por alto esa etapa. Nóos le molestó, sobre todo, porque salió a relucir por primera vez la Casa Real. En concreto, el aviso en el 2006 de José Manuel Romero, conde de Fontao, emisario del rey, para que Urdangarin dejara de inmediato esa fundación. Eso sí, la infanta no reconoció que sabía que ese ultimátum era porque ya se habían detectado graves irregularidades en el instituto. Nada de posibles delitos. Cristina de Borbón adujo que el conde de Fontao solo le informó que había pedido a su marido que abandonara Nóos por cuestiones «estéticas» porque no quedaba bien que un miembro de la familia real, Urdangarin en aquella época lo era, tuviera tratos con Administraciones públicas.

El préstamo del rey

Solo han devuelto una parte. El único enfado de la infanta fue relacionado con su padre. El confuso préstamo/donación de 1,2 millones de euros que le hizo el jefe del Estado a su hija para pagar la mansión de Pedralbes. La infanta dijo que se trató de un préstamo, no de una donación. Y que el matrimonio está intentando devolver ese dinero al rey, aunque por el momento, y dadas las circunstancias económicas de la familia, solo han podido reintegrar 150.000 euros.