La desesperación se apodera de los conductores a las puertas del Peñón

gibraltar / afp

ESPAÑA

14 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Carmen Fernández apaga el motor de su coche para ahorrar gasolina y empuja el vehículo, que avanza lentamente en la larga cola para entrar en Gibraltar, donde esta española, que ejerce como limpiadora, se enfrenta casi a diario a los controles fronterizos. «Yo voy a trabajar por horas y no entro andando porque tengo que pagar el aparcamiento aquí y el autobús dentro, y no me compensa», explica esta madre de familia de 36 años que viene de la vecina San Roque, mientras a su alrededor decenas de vehículos forman tres carriles donde solo debería haber uno.

De repente, alguien intenta colarse y se desata un estruendo de bocinas de protesta en un clima de creciente nerviosismo.

Carmen lleva cinco años trabajando en Gibraltar. «Todos los veranos son así, siempre sale un tema para aumentar los controles, pero este está siendo el peor», afirma.

Como a muchos de los 10.000 españoles que trabajan en Gibraltar, los controles fronterizos le afectan a menudo a la entrada y a la salida. En la aduana, conocida aquí como la verja, los guardias civiles españoles controlan todos los vehículos que pasan, incluidas motos y bicicletas.

Política y calor

«Esto es pura política», se lamenta Francis Pérez, de 30 años, obrero de la construcción desempleado que cruza en un coche destartalado con su esposa, sus hijos y el abuelo. «Hoy no hace mucho calor, pero otros días hacía bastante y era difícil soportarlo», agrega. Ante esta situación, han surgido grupos de voluntarios que reparten agua a la gente que espera dentro de los vehículos, especialmente a las familias con niños pequeños. Richard Monroe está en este caso. Tiene dos hijos de 3 y 5 años y un bebé de tres meses. Vienen desde Londres de vacaciones, es su primera vez en Gibraltar y junto a su esposa ha optado por dejar el coche y cruzar a pie con el carrito del pequeño y dos enormes maletas. «Aparcamos allí», dice este informático de 42 años mostrando un estacionamiento abarrotado. «Así nos evitamos este problema», afirma, mientras adelanta a los automovilistas parados. «Me da pena por la gente española y gibraltareña, porque están sufriendo una situación creada por sus gobiernos», concluye.