Casi por entregas, Artur Mas va desgranando su proyecto soberanista. Un día después de ser ratificado como candidato de CiU a la Generalitat, volvió a hablar de una Cataluña «interdependiente» de España, con la que compartiría ámbitos como la seguridad y la defensa. «No vamos a una independencia clásica, sino a tener los instrumentos de las naciones, de Estado, porque no nos conviene plantear las cosas en términos de independencia total, ya que desapareceríamos de Europa y del euro», matizó en la televisión pública catalana. El jefe del Ejecutivo catalán admitió así por primera vez que la secesión dejaría a Cataluña fuera de la UE, rebajando un tanto los ánimos de quienes ven el camino hacia el Estado propio como algo inminente y posible en cuatro días. «Si nos ceñimos a la letra estricta de los tratados europeos, estaríamos fuera en el primer momento», señaló dando por bueno uno de los argumentos que más esgrimen los detractores de la vía rupturista y que más temor despierta en una parte del empresariado, que le pide que aparque sus planes.
Mas cree no obstante que el reingreso a la UE sería bastante rápido teniendo en cuenta que, aunque Europa nunca se ha encontrado en esta situación, tendrá que adaptar sus tratados en cuanto Cataluña, Escocia o Flandes llamen a la puerta.
De momento, lo más próximo es la cita electoral. La campaña girará en torno al debate independentista. Eso sí, CiU sabe que la mayoría absoluta solo es posible desde el soberanismo moderado. De ahí que Mas se haya visto obligado a rebajar el listón de su propuesta y ofrezca realismo sobre las consecuencias del proceso, frente a los que lo tachan de mesiánico.
Si se presenta como un líder radical, su votante más conservador podría huir hacia el PP. Mas tampoco puede aparecer como un soberanista demasiado templado porque ERC, Solidaritat y las Candidaturas de Unidad Popular plantearán una lucha sin cuartel por el atomizado y creciente voto independentista.