Bélgica estuvo año y medio con un Gobierno en funciones y el país no se hundió. Pero es una situación nada edificante en términos democráticos. Especialmente en momentos de crisis, porque contribuye a reforzar la desafección hacia la política. Un riesgo agravado en Asturias por la incapacidad de los partidos para entablar un diálogo constructivo. La Justicia ha aportado ahora su granito de arena para reforzar el bloqueo institucional que mantiene paralizado el Principado desde el pasado verano. La lucha entre Cascos y el PP por la hegemonía de la derecha llevó a la convocatoria de elecciones nueve meses después de las anteriores. Ahora, a consecuencia de una reforma electoral chapucera que en lugar de mejorar las garantías del voto emigrante solo ha servido para limitarlo y complicar su gestión, los asturianos en el exterior serán citados a las urnas por tercera vez en poco más de un año. Un exceso. Más allá de la racionalidad del fallo del tribunal, que ante todo debe garantizar la limpieza del proceso electoral, la incertidumbre sobre un escaño decisivo prolongará el impasse en la comunidad. Y no es descartable aún que la obstinación de los partidos fuerce la convocatoria de nuevos comicios a la vuelta del verano. Lo que ya sería el colmo de los despropósitos justo cuando las autonomías están en el ojo del huracán, político y económico.