Un gesto sin precedentes que no zanja el debate

E. C. Madrid / la voz

ESPAÑA

19 abr 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El rey lo tenía muy difícil. Y lo continúa teniendo, aunque bastante menos. Es evidente que ha entendido el mensaje y reaccionado con rapidez para tratar de detener el galopante deterioro de la institución y de quien la encarna. Ha demostrado capacidad de reacción, inteligencia y, por encima de todo, instinto de supervivencia. Solo cinco días después de que se supiera que estaba cazando elefantes en un lejano país africano en una de las semanas más nefastas de los últimos años para España, ha pedido disculpas con quizá las tres frases más duras de sus casi 37 años de reinado. Se entiende que por la manifiesta inoportunidad de su viaje, porque su afición a la caza viene de muy lejos tanto como sus escapadas al extranjero sin ninguna publicidad. Don Juan Carlos eligió para un momento histórico una puesta en escena que a primera vista podría parecer deficiente, un formato aparentemente informal y una declaración extremadamente escueta para no entrar en mayores detalles, ya que lo importante era el gesto.

Desconexión

El monarca sabía que estaba en juego su desconexión, puede que definitiva, con la ciudadanía después de unos meses horribles para la familia real. Su safari pagado por un empresario saudí de origen sirio ha abierto el debate de la utilidad de la propia institución monárquica, ha puesto sobre la mesa la abdicación en favor de su hijo y resquebrajado el pacto de silencio sobre las actividades del rey, incluso de su vida íntima. Por eso se ha visto obligado a entonar un mea culpa público, que de momento servirá para frenar la espiral de críticas que estaba recibiendo, pero que no cerrará la veda abierta ya de forma irreversible. Porque el lamentable episodio marca un antes y un después, al igual que el gesto inédito de ayer.