Los dirigentes y simpatizantes del PP andaluz estuvieron sometidos ayer a una verdadera ducha escocesa de calor y frío. Empezaron el día bañados en optimismo y terminaron en la depresión más absoluta. Al ir conociéndose los bajísimos índices de participación, los populares dieron por hecho que los socialistas se habían quedado en casa y que su triunfo podría ser incluso superior al que auguraban las encuestas más optimistas. Pero los primeros sondeos a pie de urna echaron un jarro de agua fría sobre esas expectativas. A las 20.45, el secretario general del PP andaluz, Antonio Sanz, comparecía en la sede de los populares con cara de susto. Su expresión seria contrastaba con la seguridad cercana a la euforia con la que se había manifestado durante toda la campaña. Fue la señal de que algo iba muy mal. Sanz se limitó a alegrarse por lo obvio, que el PP iba a ganar. Algo que calificó de «hito histórico». Pero huyó de cualquier triunfalismo. Algunos se aferraban a las teorías más peregrinas. Pero, al filo de las 21.30, el fracaso comenzaba a consumarse en la sede popular y a Arenas empezaron a prepararle el discurso de la derrota. «Llevábamos 30 años esperando este triunfo y ahora no podemos ni celebrarlo», aseguraba a La Voz de Galicia una simpatizante del PP que no podía contener su amargura por quedarse a las puertas del Gobierno regional.