En el currículum de Javier Arenas Bocanegra se contabilizaban ya tres derrotas electorales contra el chavismo. En este caso contra Griñán, es la cuarta, aunque el mismo Arenas ya se ha encargado de indicar desde el balcón del PP sevillano que es la primera vez en la historia que le ganan al PSOE. Pero los menos de 40.000 votos de diferencia con Griñán no endulzan la derrota de Arenas.
En el peor momento histórico de los socialistas, sin un liderazgo consolidado en Madrid, y con varios políticos andaluces en la cárcel o a las puertas por obscenos casos de corrupción, la incapacidad de Arenas de alcanzar la mayoría absoluta demuestra tres cosas:
1) Que Andalucía solo hay una, como decía el eslogan. Un modelo económico, político y social único, que no resiste comparación con ninguna otra comunidad, y que no se puede mangonear desde Madrid.
2) Que los andaluces no quieren como presidente a Arenas y su bronceado perenne.
3) Y que la política española se ha vuelto definitivamente impermeable a la corrupción, en una camino de berlusconización iniciado en la Comunidad Valenciana que parece extenderse.
Ya han comenzado los análisis en clave estatal. En el voto de Mieres y Chiclana decenas de analistas querrán ver un castigo a los recortes de Rajoy, y un punto de inflexión contra las políticas neoliberales que recorren Europa. La realidad es que Asturias y Andalucía siempre han ido por libre. El único nexo común puede ser lo que parece una resurrección de Izquierda Unida.