A Laxe es una superficie atípica, nacida en pleno arranque de la crisis para un perfil de cliente medio, que no ha parado de crecer
11 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Superado el debate estético (por el color negro dominante, por dentro y por fuera), el centro de A Laxe es hoy una vía comercial de paso, una especie de calle cubierta, que enlaza el Vigo marítimo con el Casco Vello. Y lo hace con una oferta nada convencional en la que el ocio y el culto al cuerpo conviven con la tecnología y la moda intermedia.
Sus dos grandes pulmones, Mediamarkt y el gimnasio Metropolitan insuflan vida a todo lo que se mueve a su alrededor (tiene un 90 % de ocupación). Ayer tarde el trasiego de visitantes era dinámico y muy variado. «Hemos venido a dar un paseo y a disfrutar de las vistas con este día tan bueno, y hemos acabado comprando», cuentan Irene y María, dos amigas que salen de la tienda de Adolfo Domínguez. La tabla de surf que abandera la tienda de Galifornia capta la atención de una pareja, que aguarda la llegada de la línea marítima a Cangas. «Buscaba unas gafas de sol para el barco, y me las acabo de comprar», dice la chica.
Una pandilla de chavales aguarda en la entrada del Burger King, mientras la pastelería El Molino atrapa a Josefa y Lola. «Nos cogemos las pastitas y ahora nos vamos a por una mesita ahí fuera para acompañarlas con el café», cuentan.
«Nuestro público objetivo es adulto, mayoritariamente femenino, de entre 30 y 40 años, pero durante el fin de semana ves público joven mucho adolescente y gente adulta. Nuestro tique medio de compra es más elevado que en el resto de los centros comerciales al uso», explica Patricia Castro, gerente de un centro comercial que nació hace nueve años, en pleno arranque de la crisis, pero que nunca ha dejado de crecer. «Sí notamos una mejoría en el consumo y en las ventas, a pasar de que nosotros no somos un centro comercial convencional. Somos más bien un lugar de ocio en el que, además, compras», afirma.