El aprendiz de Tierno Galván que encontró su calvario en la Pokémon

Enrique Gómez Souto
enrique g. souto LUGO / LA VOZ

ELECCIONES 2016

ED CAROSÍA

Orozco compitió en primarias para ser candidato en 1999, fue uno de los referentes del PSOE para ganar la Xunta y se va tras lograr casi 14.000 votos

12 jun 2015 . Actualizado a las 08:05 h.

El mismo año (1974) en que Felipe González ascendía a la secretaría general del PSOE, el Partido Socialista del Interior se convertía en el Partido Socialista Popular, con el profesor Tierno Galván como presidente. José López Orozco (Fazouro, 1947) fue uno de los profesores que en Lugo se afiliaron al partido de Tierno y que seguramente motivaron que años después figurasen en sus ficheros algunos de sus alumnos, como José Blanco. Después pasó lo que pasó, el PSOE le ganó la partida al PSP y Tierno, Orozco, Blanco y muchos otros acabaron a la órdenes de González y Guerra. Orozco vio pasar la Transición como militante de base y tuvo su primer cargo público (delegado provincial de Cultura y Deportes) con la Xunta presidida por Fernando González Laxe. Pasó el tiempo, y llegaron los comicios locales de 1999, en los que los socialistas enredaron con las elecciones primarias. El profesor de Filosofía, especialista en Camus y aficionado a la fotografía y los viajes, le ganó por la mínima al entonces concejal José Luis Díaz el derecho a ser candidato. Y, cerradas las urnas, sus votos, sumados a los del BNG, le permitieron llegar a la alcaldía. Desde entonces, y hasta que ayer renunció al acta de concejal, ha navegado en las aguas municipales en todas las condiciones posibles: pacto, mayoría absoluta y minoría. Orozco, que viene de Tierno, fue un alcalde, que como escribió Umbral del Viejo Profesor, «vestido de antigualla, se impuso como un extremo de la modernidad». Porque hasta de antigualla romana se vistió Orozco para proyectar su ciudad con una fiesta que ya tiene renombre internacional, el Arde Lucus. Ayer, cuando puso punto final a 16 años de aventura municipal, es seguro que recordó a su admirado Camus: «Puede que lo que hacemos no traiga siempre la felicidad, pero si no hacemos nada, no habrá felicidad». En ese intento, dijo, «me deixei a pel». Y una cadena de imputaciones en la que la del caso Pokémon y el uso político que de ella hicieron Lugonovo y el BNG, socios necesarios para un gobierno de izquierdas en Lugo, lo han devuelto a la militancia de base. Ahora como profesor jubilado.

Orozco aprendió rápido el oficio de sobrevivir en política. En sus primeros años fue el «efecto Orozco», uno de esos alcaldes a los que miraban como tabla de salvación los líderes nacionales del PSOE, como pieza clave para recuperar el Gobierno de la nación. Con él, Lugo fue pionera en experimentar el pacto PSOE-BNG que después se aplicaría en la Xunta bipartita. Pero todo líder tiene su punto flaco, y el de Orozco es el de la gestión. Y entregó su confianza a un hombre que conocía la Administración, que se manejaba bien en el mundo de la economía y tenía buena mano para conseguir votos: Francisco Fernández Liñares. Y por él llegó el desastre de la Pokémon, la interminable investigación a cargo de la jueza Pilar de Lara y una imputación, por doble vía, en este caso. Personalmente, lo de Liñares fue un duro golpe afectivo para Orozco, un revés que hay quien cree que no logró superar. En el campo judicial ha defendido tenazmente su inocencia y, según su visión, el derecho y el deber democrático de no dimitir por el hecho de la imputación. Cuando se libró de la que pesaba sobre él en el caso Campeón, se preguntó qué hubiese pasado si hubiese dimitido. No son las únicas imputaciones a las que ha tenido que hacer frente, pero sí las más relevantes.

Las complicaciones judiciales han sido, finalmente, aprovechadas por quienes no lograron derrotarlo en el campo electoral. Porque Orozco es demasiado Orozco. Lo saben bien cuantos han intentado mantener polémicas con él. Su formación, su capacidad para pasar de la exposición amable y amena a la ironía mordaz y al varapalo argumental lo convierten en un rival temible. Con él en la alcaldía, la «otra» izquierda solo podría aspirar al secundario papel de muleta. De él aprendió, en las aulas y en los despachos, Gómez Besteiro, secretario xeral del PSdeG, que ayer acudió a verlo a la alcaldía después de renunciar.

Orozco se va y dice que no aceptará cargos, pero ejercerá el cívico deber de la política. Porque, como Camus, cree que «la tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas».