España cierra una época y cambia su piel electoral

Manuel Campo Vidal

ELECCIONES 2016

La urgencia nacional se llama ahora «aprender a negociar», porque aquí se entiende cualquier pacto como una simple claudicación

10 may 2015 . Actualizado a las 11:55 h.

Aunque los resultados del Reino Unido hayan dado alas a los populares, convencidos de que los resultados económicos acabarán imponiéndose, y a pesar de que los partidos emergentes, Ciudadanos y Podemos, vayan moderando sus previsiones en las encuestas, aquí se acaba una época política. Guste o no guste. La piel electoral será distinta después del 24 de mayo en buena parte de las ciudades y pueblos de España.

En Barcelona, el jueves, en los corrillos previos a un desayuno con el alcalde convergente Trias y en una comida con el candidato socialista Collboni, los asistentes comentaban estremecidos la posibilidad de que Ada Colau, la líder antidesahucios, gobierne la ciudad, que es lo que las encuestas anuncian. «Es que ella está contra el salón internacional del móvil que convierte a Barcelona en capital mundial de las telecomunicaciones por unos días. Se acabará lo que tanto ha costado construir», decía alarmado el presidente de una institución social muy representativa. «Quizás en el último momento la gente recapacite», suspiraba otro. «¿Y si esas encuestas fueran para asustar y movilizar el voto?», especulaba un tercero. Todo puede pasar, pero hoy no es algo imposible imaginar que Ada Colau pueda presidir el ayuntamiento de la segunda ciudad de España, o que Echenique, líder regional de Podemos, pueda presidir el Gobierno de Aragón si queda como segundo partido y logra arrastrar al resto de la fragmentada izquierda. No es descartable que en Valencia, casi capital de la corrupción, haya un alcalde de Ciudadanos porque sumen todos contra Rita Barberá. Y aspiraciones tiene en la Generalitat valenciana Podemos, por más que Pablo Iglesias patinara en una entrevista muy comentada el otro día al no saber lo qué es el eje mediterráneo, joya de la aspiración en infraestructuras ferroviarias, y más, de aquella comunidad. Todo puede pasar dentro de un par de semanas. Las encuestas así lo anuncian.

Además, la efervescente campaña ha permitido la resurrección de los grandes, hasta ahora ocupados en otras cosas, básicamente en negocios: Felipe González, presentado por Rubalcaba, habló el viernes en el hotel Palace, el mismo desde cuya ventana saludó a la multitud cuando ganó por mayoría absoluta en 1982. El PP madrileño suspira por la llegada de Aznar para apuntalar a su amiga Esperanza Aguirre. Roca Junyent presentó el otro día a Trias en Barcelona, y así sucesivamente. Hay que abrir los desvanes de las sacristías y sacar todas las imágenes para la procesión. Cualquiera percibe que estamos en vísperas de un gran cambio y nadie quiere quedar como que no se enteró de lo que venía.

Felipe González -«un monstruo», como lo calificaba, admirado, un empresario de las telecomunicaciones a la salida de su conferencia- parece haber recuperado la forma, como se dice de esos futbolistas veteranos que vuelven a brillar cuando se daban por amortizados. «PP y PSOE sumarán un 60 % y los dos nuevos, un 30», aventuró. Se deduciría de su previsión que en el 10 % restante tratarán de sobrevivir Izquierda Unida, Rosa Díez y nacionalistas varios. País Vasco y Cataluña aparte, claro.

La urgencia nacional se llama ahora «aprender a negociar», porque aquí se entiende cualquier pacto como una simple claudicación. Ya se ve en Andalucía, donde suspenden todos. La presidenta socialista en funciones, Susana Díaz, acorrala dialécticamente a Rajoy -«el adalid de la estabilidad», le llama con ironía- para que la deje gobernar y así salir del lío en el que ella misma se metió. Pero ya entiende que hasta después del 24 de mayo, nada de nada. No hay cromos para cambiar. La noche de ese día se repintarán los mapas de la piel electoral de España. Prepárense.