PP, PSOE y BNG se ven una garantía de estabilidad frente a las nuevas fuerzas

m. cheda REDACCIÓN / LA VOZ

ELECCIONES 2016

Feijoo rescata en el arranque de la campaña su idea de firmar con el resto de partidos un acuerdo para que en cada concello gobierne la lista más votada tras las elecciones

08 may 2015 . Actualizado a las 12:10 h.

Siempre distantes en lo ideológico, de dialécticas habitualmente contrapuestas, algo hilvana esta vez las estrategias con las que PP, PSOE y BNG iniciaron anoche la campaña de las municipales. Subyace en ellas un patrón: el intento de frenar, por la vía del descrédito, el ascenso de las fuerzas emergentes; o sea, la fragmentación del mapa político. En esa misma empresa, el presidente de los populares, Alberto Núñez Feijoo, incluso rescató de su biblia un versículo básico. A falta de una reforma legal que así lo establezca, ofreció a sus rivales firmar «a primeira hora de mañá mesmo» un pacto para que después del 24-M en cada concello gobierne la lista más votada. Fue una prédica en el desierto.

Conservadores, socialistas y nacionalistas concentran en la comunidad actualmente un 93,6 % de todos los escaños que integran las corporaciones locales (3.568 de 3.811) y un porcentaje de alcaldías casi dos puntos superior: 299 sobre 314. Es decir, se juegan mucho en las urnas. Y se lo juegan en un contexto poco propicio para retener lo obtenido, cuando la crisis y los escándalos de corrupción han favorecido el ascenso tanto de Ciudadanos como de las llamadas mareas, en muchas de las cuales convergen Anova, Esquerda Unida y Podemos, entre otras formaciones.

Con el propósito de minimizar daños en ese marco, a lo largo de las dos próximas semanas PP, PSOE y BNG coincidirán en apelar a los gallegos para persuadirlos de que lo desconocido no merece la pena. «Somos la estabilidad y la experiencia contrastada. No somos ni un grupo de amigos que se juntan para jugar a las elecciones ni tampoco de estos que hacen las listas con retales a última hora», resume el mensaje un cargo popular.

«Representamos -sostienen fuentes socialistas- la única alternativa solvente, el cambio real y seguro. Somos los únicos que no nos escondemos, mientras otros tratan de ocultar sus siglas diluyéndose en supuestas plataformas ciudadanas y no dan la cara para no explicar qué quieren, si es que lo saben». El Bloque, entretanto, se erige en la «única opción nacionalista de esquerdas» preocupada «por todo o país», frente a movimientos solo centrados «nun puñado de cidades» y «con sensibilidades en parte aparentemente iguais».

Son ideas que, interpretando el guion, replicaron anoche en sendas pegadas de carteles los líderes de PP, PSOE y BNG. Además, lo clásico: se reivindicaron en positivo a la par que se arrojaban entre ellos los trastos a la cabeza. El progresista, José Ramón Gómez Besteiro, cargó contra «os recortes da Xunta de Feijoo e o Goberno de Rajoy», a quienes afeó «ter defraudado a todos os niveis». Xavier Vence, el del Bloque, prometió una Galicia «con futuro onde a xente non teña que emigrar como os seus avós». Y Feijoo, desde el fondo de la pista, devolvió las bolas a las esquinas como lo hacía Nadal. Apostar por cualquier candidato que no sea uno de los suyos, sentenció, supondría «retroceder», «repetir a política de Zapatero e o espectáculo» del bipartito «multiplicado por máis». En un acto en Vigo, centró sus ataques en Abel Caballero, «un alcalde perdedor que no ganó nunca, ni en Galicia ni en Vigo», informa Carlos Punzón.

En las antípodas de Feijoo, la coordinadora de EU, Yolanda Díaz, invocó la «unión das forzas da esquerda para tumbar aos que están a mandar». «Después de 30 años en los que nos han dirigido los tres de siempre, con nosotros llega el cambio», espetó el delegado territorial de Ciudadanos, Javier Chouza. Y el número uno de Compromiso por Galicia, Xoán Bascuas, recetó «galeguismo e socialdemocracia» para echar abajo el bipartidismo «da corrupción e as malas praxes».

Silbaron así las balas iniciales de una batalla a la que cada quien acude con objetivos distintos. En el frente filosófico, los conservadores pretenden asumir «errores» y esgrimir «horas de vuelo» para clamar ante los desencantados y dubitativos «que este país ya tiene suficientes problemas como para añadirle el de la inestabilidad política». En el numérico, con la marca de la gaviota volando infinitamente más bajo que en el 2011, reconocen que de sus 216 bastones de mando podrían dejarse por el camino hasta medio centenar, si bien confían en retener las tres ciudades que gobiernan y ganar de una a dos, así como en meter la Diputación de Lugo en un zurrón donde ya guardan las otras tres.

Los progresistas, en cambio, no solo parten con la meta de preservar o aumentar su poder provincial, sino incluso con la de incrementar notablemente los 59 ayuntamientos que en estos momentos dirigen. Albergan también la esperanza no confesa de que estos comicios, los primeros municipales con Besteiro al timón de la nave, contribuyan a consolidar la autoridad de este último, que su antecesor, Pachi Vázquez, parece empeñado en poner en cuestión.

Se ha impuesto el BNG, igualmente, deseos de máximos. Como mínimo, quiere continuar gestionando las 24 localidades que administra. Además, suspira por extender masivamente «modelos» como el de Pontevedra, Tomiño y Allariz, «concellos transparentes, honestos, abertos e orgullosos de ser galegos».

Tiempo por delante para que calen los discursos hay: 14 días. Y público al que convencer, también. Porque, según la última encuesta de Sondaxe para La Voz, solo en las ciudades, los indecisos rozan aún los 232.000, cuando el censo no alcanza los 811.000.