Cercado por la justicia: causas pendientes y seis años de cárcel

Ana Balseiro
a. balseiro MADRID / LA VOZ

ECONOMÍA

Rafa Alcaide | EFE

Fue el primer banquero en pisar la prisión en esta crisis

20 jul 2017 . Actualizado a las 08:13 h.

A medida que la crisis avanzaba en el calendario, Miguel Blesa pasó del Olimpo del sistema financiero patrio a despeñarse hasta sus mazmorras. De hecho, el de Linares fue el primer banquero que acabó -fugazmente, eso sí- en prisión. Allí lo envió en dos ocasiones en el 2013, con un mes de diferencia, el juez Elpidio José Silva, que investigaba la compra del City National Bank de Florida (CNBF) por parte de Caja Madrid, cuando Blesa estaba al frente, en el 2008.

En la cárcel apenas permaneció cuatro días -en la primera ocasión pagó 2,5 millones de euros de fianza- y quince -en la segunda-, ya que la Audiencia Provincial de Madrid anuló el caso y el juez, que acabó inhabilitado, no tuvo más remedio que ponerlo en libertad.

«Quiero un juez imparcial, que es lo que no he tenido hasta ahora», fue lo primero que dijo Blesa a los periodistas nada más poner un pie fuera de Soto del Real. Soberbia, arrogancia y altivez fueron su tarjeta de visita durante el periplo judicial de sus últimos años, que acabaron por convertirlo en un apestado entre quienes antes lo amparaban, crecido a la sombra de su amigo y valedor José María Aznar.

Su primer revés en los tribunales fue el que se materializó hace cinco meses en forma de seis años de cárcel por el uso indebido de las tarjetas black en Caja Madrid. Cargó más de 436.000 euros en gastos suntuarios ajenos a su actividad en la entidad financiera: safaris, viajes o carísimos vinos entre ellos. 

Confiaba en eludir la cárcel

Recurrió la condena ante el Supremo y confiaba en que el alto tribunal se la rebajara, incluso en eludir la prisión. La Audiencia no le impuso ninguna medida cautelar hasta que la sentencia no fuera firme. Su entorno sostiene que, aunque estaba «preocupado», en ningún caso estaba deprimido por ello, motivo por el que descartan que su muerte haya sido un suicidio.

Pero el mediático juicio de las black no era el final, sino el principio de sus cuentas pendientes con la Justicia. Y es que el exbanquero estaba incurso en otras dos causas: la de las preferentes y la de los sobresueldos millonarios cobrados por la cúpula de Caja Madrid. De hecho, el juicio por este último asunto, que habría causado un perjuicio al FROB de 14 millones de euros, estaba muy próximo y Blesa se enfrentaba a una nueva pena de cárcel: otros cuatro años, que complicaban su situación.

En el capítulo de la comercialización de participaciones preferentes, que volatilizó los ahorros de 300.000 pequeños inversores, se investigaba como pieza separada del caso Bankia.

Los preferentistas fueron su principal azote. Jubilados armados con silbatos, megáfonos, camisetas y pancartas, perseguían al otrora poderoso personaje en cada una de sus citas judiciales. En la memoria colectiva queda la imagen de un Blesa, con un ojo vendado y gafas de sol, escoltado por la policía siendo zarandeado y golpeado en la cabeza con una pancarta. La tensión llegó a ser tal en sus comparecencias, que el juez les prohibió acercarse a la entrada de Audiencia Nacional.

«Todos cometimos excesos antes de la crisis. Todos», aseguraba Blesa, que nunca admitió haber hecho nada mal. Su falta de arrepentimiento llegó al punto de cargar sobre los preferentistas la responsabilidad de haber comprado los títulos : «Un jubilado tampoco es un ignorante financiero».