Javier Etcheverría de la Muela: «Escotet es un gran socio y amigo, con valores ideales para este banco»

Rubén Santamarta Vicente
Rubén Santamarta REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Rubén Santamarta / Álex López-Benito

El expresidente de Abanca presidía hace cinco años la entidad más pequeña de Galicia y se va desde la mayor: «Eso nunca lo habría imaginado», admite

02 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace un año, Javier Etcheverría de la Muela (A Coruña, 1932) pensó que era el momento de dar un paso a un lado tras una vida dedicada a la banca, o más bien, al que llevaba su apellido, el banco más antiguo de España. Ese paso ha llevado un tiempo. El relevo en la presidencia de Abanca (donde está integrado el Etcheverría) no se ha producido hasta esta misma semana. Asume su cargo Juan Carlos Escotet, persona clave en la última etapa de su carrera. Fue él, Escotet, quien le convenció de que esperara para irse. «Me dijo: ‘Te necesitamos’. Yo creo que fue una mentira piadosa», dice entre risas. Será ahora presidente de honor y podrá dedicar más tiempo a la música, a la lectura «y a visitar con mi mujer los templos de la gastronomía en España», confiesa con otra sonrisa.

-Así que la decisión estaba más que tomada.

-Sí. Porque hay un factor fundamental: la edad. Tengo 85 años, estoy bien de salud, pero a esta edad no se sabe cuándo uno empieza a decir tonterías. Ahora mismo no, pero el cerebro es una incógnita. Ahora, a disfrutar de la jubilación, que llevo mucho tiempo en la banca.

-Pues hace no tanto, cinco años, usted presidía la entidad más pequeña en Galicia y acaba su carrera al frente de la mayor.

-Eso nunca me lo habría podido imaginar.

-¿Y como fue todo ese proceso?

-Todo parte de que yo vi complicada, muy complicada, mi sucesión en el Banco Etcheverría. Vi que había que introducir un socio que aportara seriedad, profesionalidad y trayectoria de futuro. De ahí nació el primer acuerdo con Caixa Galicia, con José Luis Méndez, de quien guardo un buen recuerdo. De esa forma ya tenía asegurada la continuidad en esta casa. Ahora bien, llega la crisis de las cajas, y me dicen que la caja, entonces Novagalicia con José María Castellano, otra persona magnífica por cierto, tiene que vender su participación por orden del FROB. Y ahí yo puedo elegir un comprador. Hacía tiempo que un compañero de la AEB [la patronal bancaria] me decía que había alguien una persona interesada, de mucha solvencia, que quería entrar. La primera vez no me interesó. Pero al llegar esa necesidad de que la caja vendiera, entonces este amigo volvió a comentármelo. Y empezamos a hablar.

-¿Cómo fue ese primer encuentro? Es una parte desconocida.

-Fue en Santiago, de forma discreta. Vino de Caracas, tuvimos una comida y me causó una gran impresión, me pareció un hombre franco. Él venía con intención de entrar en el mercado bancario español, y me decía este amigo mío, aquel intermediario, que se había enamorado del Banco Etcheverría. Que no quería saber nada de otros bancos que le ofrecían. Y llegamos a un acuerdo. Mis hermanos querían vender, la caja también, y yo me quedé con mi participación. Ahí está garantizada la continuidad del Etcheverría, y empezamos a crecer, con una operación muy bonita.

-La de la compra de 60 oficinas en Asturias y León, precisamente a Novagalicia.

-Fue un salto tremendo. Visitamos mucho las oficinas de León, y la plantilla estaba encantada porque había mucho miedo entonces a cierres de oficinas. Una trabajadora me vino en una sucursal y me dijo: «Le debo a usted poder seguir dando estudios a mis hijos, me veía en la calle».

-Luego llega la opción de comprar Novagalicia. ¿No le dio vértigo cuando le dicen que van a comprar el mayor banco de Galicia?

-Surgió. Juan Carlos me lo comentó y yo le dije: «Creo que está fuera de nuestras posibilidades». Porque siempre he sido una persona modesta. Pero se fue haciendo, él se expuso mucho y salió muy bien. Ahí me puse de presidente porque él también quería una persona de aquí que conociera Galicia, el Banco de España... Y hasta hoy. Con éxito.

-Por el medio hay un cambio de marca. ¿No le entristeció perder su nombre de siempre, el Etcheverría, con 300 años?

-Sí, me dio pena, claro. Pero yo soy muy realista. Y por encima del corazón está la cabeza. El Banco Etcheverría era un nombre muy local. En Madrid teníamos que poner debajo del cartel «fundado en Galicia en 1717» porque la gente pensaba que era vasco. En algunas cartas al director en La Voz de Galicia decían que había que continuar con ese nombre, yo lo leía con interés, pero no insistí nada. El Etcheverría seguirá en la memoria de la gente, generábamos cierta simpatía.

-Ustedes no se metieron en líos de preferentes, de convertibles... Eso es un punto a su favor.

-Porque éramos muy conscientes de lo que éramos. Habría sido fácil perder la cabeza al crecer tanto, pero forma parte de mi comportamiento. Nosotros nos hemos guiado siempre por la austeridad y la prudencia. Aquí no se malgastaba una peseta, y no se invertía en grandes empresas inmobiliarias. Nos preguntaban la exposición al sector, y les decíamos que era cero. No les quisimos dar financiación, porque nunca me fie demasiado. No sé si por suerte o por visión.

-Al anunciar el relevo, Escotet le dedica unas palabras de gran reconocimiento. ¿Qué ha sido él para usted, justo en el tramo final de su trayectoria?

-Dos cosas: un gran socio, con el que hemos coincidido en prácticamente todo y, además, un amigo, un amigo generoso. Una persona solvente y potente económicamente, inteligente y muy trabajador. Son valores ideales para un banco como este.

«¿El mejor momento? La primera oficina fuera de Betanzos, en Fene»

Sesenta años en la entidad más antigua de España le han dado más de una satisfacción y también algún disgusto a Javier Etcheverría. La cara y la cruz las desvela así: «Un momento malo fue la muerte de mi padre, con más de 90 años. Yo ya llevaba todo, pero siempre te falta ese respaldo detrás. ¿Un momento bueno? Cuando empezamos los planes de expansión. Cuando abrimos una oficina en Perlío, en Fene, y salimos de Betanzos, de la única oficina que teníamos entonces. Eso fue emocionante, porque conseguimos esa plaza que ofrecía el Gobierno en los años 60 frente al Banco Pastor, que estaba también muy interesado por lo que rodeaba a Astano. Luego ya vino A Coruña, Sada, Carral...»

«En 60 años de banquero siempre he oído eso de que estábamos en un momento difícil»

Javier Etcheverría es un banquero algo atípico. De entrada, lo es de cuna, pero no de formación. «Yo estudié Derecho, no Economía, y siempre decía en el Etcheverría: ‘Nosotros vamos muy bien porque no tenemos economistas’ [ríe]. Que me perdonen los economistas». Él trabajó un tiempo como abogado en su ciudad, pero llevaba el negocio dentro; desde pequeño, recuerda, su padre le contaba lo que hacía en la entidad. «Al final, hice de todo en el banco, era el conserje y el presidente a la vez, y así pude ver todo». La banca, defiende el último de la saga de los Etcheverría, «es un oficio».

-Pues es un oficio que ha cambiado muchísimo desde que usted entró.

-Imagínese: cuando yo empecé había una docena de pequeños banqueros por toda Galicia, desde Ribadavia hasta Cee. Y de todos esos, solo quedamos los Etcheverría. Es más, cuando hicimos la última operación [la entrada en Abanca] en toda España solo quedábamos nosotros y la banca Pueyo, en Extremadura.

-Ha cambiado no solo por las familias, sino por la manera de trabajar...

-Sí, pero nosotros siempre hemos sido una entidad que ponía al cliente en el centro de la operativa. Y algo de eso hemos inoculado a Abanca. Hay que ayudarle en todo. No solo somos financiadores, somos consejeros. Yo he sido hasta albacea de algunos clientes...

-De esos que conocía al cliente por nombre y apellido.

-Y a su padre. Y a su abuelo. Recuerdo cuando inauguramos un cambio en Oza dos Ríos había gente y les decía que estaba encantado de ver a los Gestal, a los García... Porque sus padres y sus abuelos habían sido ya clientes, y se mantenía esa tradición. Entonces era mucho más grato que ahora.

-Ahora están en un momento complicado. Usted empezó en aquel un negocio tradicional de dar y prestar dinero en las oficinas, y ahora todo se mueve por el móvil, con Google o Facebook detrás. Nada que ver.

-Yo siempre, en 60 años de banquero que llevo, he oído eso de que estamos en un momento complicado. Así que todo esto me lo tomo, no a la ligera, pero sí con perspectiva. El Etcheverría vivió la posguerra española, dos guerras mundiales y más atrás, o las crisis de los años 70... Hay que verlo como un estímulo para seguir adelante. Ahora el problema son los tipos de interés, que son muy bajos.