Unai Sordo: «¿Una huelga general? Yo no descarto nada, pero no es la preocupación que tengo ahora»

lucía palacios MADRID / COLPISA

ECONOMÍA

David Aguilar | Efe

Releva al ferrolano Toxo y se marca un objetivo: «Dar un salto e insertar al sindicato en el siglo XXI»

25 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Nos recibe en el que pronto será su despacho, pero que aún guarda las pertenencias de su todavía jefe, el ferrolano Ignacio Fernández Toxo. Salvo sorpresa de última hora, en menos de una semana Unai Sordo (Bilbao, 1972) se convertirá en el nuevo secretario general de CC.OO, el principal sindicato en España. No le gusta que le vean como el delfín de Toxo, y prefiere resaltar que su nombramiento es fruto de una decisión colectiva. Sus primeros pasos serán «situar al sindicato cada vez más próximo a la realidad múltiple de los centros de trabajo, cómo incorporar en la organización las situaciones de precariedad que se están dando».

-¿Le ha dado ya Fernández Toxo algún consejo?

-Ignacio no es mucho de dar consejos. El mayor consejo que pueden dar las personas es su propia actitud, vital y sindical. E Ignacio ha sido un ejemplo muy importante. Primero, por la capacidad que ha tenido de coser un sindicato en un momento de enorme dificultad y también por la capacidad para entender que era el momento de dar un paso a un lado ante los cambios de paradigma que se están dando en la sociedad española y que recomendaban una renovación profunda en la organización. Me parece una señal de grandeza.

-¿Qué líneas se fijarán en el congreso del fin de semana?

-La línea es tratar de mantener y reforzar el poder contractual del sindicato ante las patronales y el Gobierno, con una mejor presencia en los centros de trabajo, así como poder organizar a colectivos precarizados que posiblemente han sentido lejos la acción sindical y la utilidad del sindicato. Quiero que entiendan la necesidad del sindicato. Por eso quiero construir unas CC.OO. con capacidad de intimidación para poder condicionar las políticas de los gobiernos y de las empresas.

-¿Habrá un antes y un después en el sindicato?

-Yo no soy muy partidario de pensar que se va a inventar la rueda. Tenemos un bagaje muy ejemplar y decisivo en la historia del país, pero creo que tenemos que dar un salto adelante en la nueva adaptación del sindicato a la nueva realidad laboral y social e insertar al sindicato en el siglo XXI, porque el paradigma del mundo del trabajo es radicalmente distinto al que había hace 25 años e incluso antes de la crisis. Han cambiado muchas cosas: la negociación colectiva, la garantía de los derechos… Las exigencias son distintas, porque la gente pone otra cosa en valor: el salario sí, pero para los jóvenes compatibilizar el trabajo y la vida personal es prioridad absoluta.

-Pierden afiliados de forma significativa. ¿Por qué?

-Hay una primera causa casi objetiva: la pérdida de empleo. Y también se ha producido un fenómeno de rotación. Hay gente que viene al sindicato para la utilización de un servicio y cuando ha resuelto el tema se da de baja. Uno de los retos es convertir esa afiliación en permanente, hacerles entender la importancia de la afiliación organizada. Que los derechos no se van a regalar. No se nos puede ver un sindicato de servicio y de asesoramiento; tiene que ser algo más.

-¿La corrupción también le ha pasado factura?

-Creo que ha habido elementos que le han hecho mucho daño a la imagen reputacional del sindicato. Hay una frase que dice mucho Ignacio: «No somos cómo nos vemos sino cómo nos ven». Y, evidentemente, aunque creo que el sindicato reaccionó bien, esos casos han lastrado su reputación.

-La negociación colectiva, de la que dependen en buena media las subidas salariales, parece el cuento de nunca acabar…

-Suena un poco a broma, sí. Sería bueno un acuerdo salarial que desatascara los convenios colectivos, que permitiera recuperar la tasa de cobertura y que sirviera para ganar poder adquisitivo. Recuperar salarios es una necesidad de justicia social pero incluso una cuestión de eficacia económica, porque activaría la demanda interna y generaría actividad y empleo. Y eso requiere una patronal con un mínimo de altura de miras y una acción ofensiva por parte de los sindicatos.

-En caso de que no hubiera acuerdo, han amenazado con que la conflictividad aumentará.

-La experiencia dice que los procesos de conflictividad en las sociedades no se dan en los períodos valle de la crisis, porque el miedo atenaza, sino que se dan cuando la economía repunta, y esa gente que lo ha pasado mal en la crisis considera que sigue sufriendo y que no se ha repartido la riqueza.

-¿Descarta una huelga general?

-Yo no descarto nada, pero no es la preocupación que tengo ahora mismo en la cabeza. A mí las huelgas me parecen una herramienta fundamental de los trabajadores para conseguir sus propósitos, derechos y mejoras salariales.

-¿Tiene esperanzas en que se derogue la reforma laboral?

-Sería deseable, pero lo veo complicado. Esa derogación debería ir acompañada de una nueva regulación laboral.

«Sería deseable que se derogara la reforma laboral, pero lo veo complicado»