Incertidumbre, calendario y mercado aprietan con fuerza

Ana Balseiro
Ana Balseiro MADRID / LA VOZ

ECONOMÍA

Fernando Alvarado

Las dudas sobre el banco, que no tiene problemas de solvencia, han acelerado la retirada de depósitos

18 may 2017 . Actualizado a las 07:27 h.

El consejero delegado del Popular, Ignacio Sánchez-Asiaín, admitía en la presentación de resultados del primer trimestre del año -hace menos de dos semanas- que el principal problema del banco era la «falta de confianza» de los mercados. Pese a formular propósito de enmienda para revertir tal situación, los bandazos y la indefinición de los últimos meses a la hora de perfilar con claridad la estrategia de futuro no han ayudado tampoco a devolver la tranquilidad ni a inversores ni a clientes. Todo lo contrario: han agudizado la desconfianza y han abocado al banco a buscar una venta de urgencia.

De hecho, el consejo de administración, que se reúne este jueves, comenzará a analizar las primeras ofertas recibidas, no vinculantes. Aunque el banco, en el mismo hecho relevante en el que el martes comunicó a la CNMV que estaba explorando el interés de otras entidades por una posible compra, subrayaba, a la vez, que no había tomado aún una «decisión definitiva sobre las alternativas». Es decir, sobre si recurrir a una ampliación de capital en lugar de a la venta.

El tiempo apremia

«Sea lo que sea, tiene que ser rápido», coinciden en apuntar fuentes financieras, que ponen el foco sobre el doble hándicap -solvencia y liquidez- al que ahora se enfrenta el Popular, en un proceso de deterioro acelerado por los acontecimientos.

Por un lado, y aunque actualmente el banco es solvente -destaca el sector-, anda muy justo de capital regulatorio. Dispone de un margen apenas superior a 50 puntos básicos, que desaparecería con rapidez si fuera preciso provisionar nuevas pérdidas afloradas.

Esta potencial incapacidad para generar capital regulatorio podría convertirse en un problema importante, ya que el banco afronta en julio el pago del cupón de sus bonos contingentes convertibles (conocidos popularmente como cocos), y solo podría abonar los intereses si el capital regulatorio supera el mínimo exigido. De lo contrario incurriría en impago, el temido default que se quiere evitar a toda costa y que explicaría también la prisa por cerrar en junio la venta, esquivando unos resultados con pérdidas en el segundo trimestre que despeñaran el nivel de capital.

La otra gran vía de agua es la de la liquidez. Y es que, con la acción en caída libre, las dudas sobre el capital que aún requiere la entidad -los analistas hablan de entre 6.000 y 7.000 millones más- y la indefinición sobre la opción de futuro que finalmente se escogerá, los clientes llevan meses sacando dinero del Popular.

El banco que preside Emilio Saracho ha visto esfumarse miles de millones de depósitos. Aunque Sánchez-Asiaín le restó importancia durante la presentación de resultados, lo cierto es que, según las cifras de los balances individuales de la Asociación Española de Banca (AEB), el Popular (excluyendo al Pastor, su marca en Galicia) perdió más de 7.000 millones en cinco meses (casi un 10 %), al pasar de los 74.666 millones con los que contaba el pasado septiembre a los 67.469 de febrero. La clientela de Pastor, sin embargo, ha demostrado una mayor confianza, ya que la filial gallega apenas notó fugas en las cuentas en dicho período. Según los informes de la AEB, los 8.571 millones en depósitos a febrero apenas eran 60 menos (un 0,60 % del total) que en septiembre, cuando comenzaron las turbulencias.

Los mismos datos muestran que entre diciembre y febrero la salida de fondos del Popular se aceleró, y fuentes financieras confirman que el ritmo actual se ha acelerado (al miedo de los clientes particulares se suma la retirada de empresas por la bajada del rating), lo que convierte en imperiosa la necesidad de una solución ya que frene la sangría y preserve la liquidez del banco.

«Si antes corría prisa, ahora aún más», insisten desde el sector. El consejo de administración empieza a deshojar la margarita.